Un pueblo unido
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde vivían muchos animales de diferentes especies. Todos los animales convivían en armonía y se ayudaban mutuamente.
En ese pueblo, había un grupo de amigos muy especial: el conejo Ramón, la tortuga Lola y el pájaro Juanito. Siempre estaban juntos y disfrutaban de jugar y explorar el bosque. Un día, mientras jugaban cerca del río, escucharon unos murmullos provenientes de un arbusto cercano.
Se acercaron sigilosamente para descubrir qué estaba sucediendo. Para su sorpresa, encontraron a dos mapaches que estaban burlándose del zorro Felipe por ser diferente a ellos. Los mapaches decían cosas como "¡Eres feo!" o "¡No puedes correr tan rápido como nosotros!".
Felipe parecía triste y avergonzado. Ramón, Lola y Juanito no podían quedarse callados ante tal injusticia. Decidieron intervenir y defender a su amigo zorro. "¡Hey! ¿Qué creen que están haciendo?", exclamó Ramón valientemente.
Los mapaches se quedaron sorprendidos al ver a los tres amigos plantándoles cara. No esperaban que alguien los desafiara. "¿Y ustedes quiénes son? ¡Déjennos en paz!", respondió uno de los mapaches con tono desafiante.
Lola tomó la palabra "Somos amigos de Felipe y no permitiremos que lo traten así". Juanito agregó "Todos somos diferentes pero eso no significa que tengamos que discriminar o hacer sentir mal a alguien". Los mapaches se miraron entre sí y finalmente comprendieron que estaban equivocados.
Se disculparon con Felipe y prometieron no volver a discriminar a nadie. Desde ese día, los animales de Villa Esperanza aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de aceptar y respetar las diferencias entre ellos.
Comprendieron que todos merecían ser tratados con amabilidad sin importar su apariencia o habilidades. Ramón, Lola, Juanito y Felipe se convirtieron en un ejemplo para el resto del pueblo.
Organizaron talleres en donde enseñaban a los demás animales sobre la diversidad y cómo evitar la discriminación. Poco a poco, Villa Esperanza se transformó en un lugar donde todos eran valorados por lo que eran y no por cómo lucían o qué podían hacer.
Los animales vivían felices sabiendo que tenían amigos verdaderos que los aceptaban tal como eran. Y así, gracias al coraje y la amistad de Ramón, Lola, Juanito y Felipe, el pueblo de Villa Esperanza se convirtió en un ejemplo de igualdad y respeto para todos sus habitantes.
FIN.