Un reencuentro en el nido


Había una vez, en un hogar muy especial, dos periquitos llamados María y Mario. Estos simpáticos pajaritos habían sido regalados por el primo Camilo a su amable dueño, quien los recibió con mucho amor y cariño.

Desde el primer día en que llegaron a su nuevo hogar, María y Mario se sintieron felices y contentos. Cantaban hermosas melodías que alegraban la casa y llenaban de alegría todos los rincones.

Su plumaje era colorido y brillante, reflejando la felicidad que sentían al ser parte de aquella familia. Un día soleado, decidieron sacar a María y Mario a jugar un rato en el jardín.

El dueño abrió cuidadosamente la puerta de la jaula para permitirles disfrutar del aire fresco y la libertad momentánea. Sin embargo, algo inesperado ocurrió: mientras Mario permanecía cerca del dueño jugueteando entre las ramas de un árbol cercano, María decidió emprender vuelo. El dueño no podía creer lo que estaba sucediendo.

María se había ido sin siquiera despedirse ni dar ninguna explicación. Con tristeza en sus ojos, miró cómo ella volaba cada vez más lejos hasta perderse de vista.

Pasaron días enteros sin saber nada sobre María; el dueño se preocupaba por su seguridad e imaginaba todas las dificultades que podría enfrentar sola en ese mundo desconocido para ella.

Sin embargo, lo que nadie sabía es que durante su aventura fuera de casa, María había encontrado otro grupo de periquitos salvajes con quienes hizo amistad rápidamente. Estos periquitos, llamados Panchito y Pepita, eran muy amigables y acogedores. María les contó sobre su hogar anterior, cómo se sentía querida y segura allí.

Pero también les confesó que había cometido un error al escaparse sin avisar a su dueño. Panchito y Pepita la escucharon con atención y le dijeron que siempre es importante valorar lo que tenemos y expresarlo de alguna manera.

Con el tiempo, María comenzó a extrañar a su antiguo hogar y a Mario. Ella sabía que debía regresar para disculparse por haberse ido sin decir adiós. Así que decidió pedir ayuda a sus nuevos amigos para encontrar el camino de vuelta.

Mientras tanto, en casa, Mario también extrañaba profundamente a María. Se sentía solo sin ella; sus canciones ya no tenían el mismo brillo ni alegría. El dueño notaba la tristeza de Mario y deseaba poder hacer algo para ayudarlo.

Un día soleado, mientras el dueño estaba en el jardín regando las plantas, vio algo sorprendente: María volando hacia él acompañada por Panchito y Pepita. La emoción invadió su corazón al verla sana y salva.

Al llegar cerca del dueño, María bajó delicadamente hasta posarse en su hombro mientras los demás periquitos se quedaban en las ramas del árbol cercano. "Perdóname", dijo María con voz temblorosa pero llena de sinceridad. "Cometí un error al irme sin despedirme ni darte una explicación".

El dueño sonrió mientras acariciaba suavemente a María. Le dijo que siempre la había extrañado y que estaba feliz de verla sana y salva.

También le agradeció a Panchito y Pepita por ayudarla a encontrar el camino de vuelta. A partir de ese día, María, Mario, Panchito y Pepita vivieron juntos en un hogar lleno de amor y amistad. Aprendieron la importancia de valorar lo que tenemos y expresarlo con palabras o acciones.

Cada mañana, los cuatro pajaritos cantaban hermosas melodías al despertar, recordando así que la felicidad se encuentra en las cosas simples de la vida y en el cariño que recibimos y damos a los demás.

Y así fue como María aprendió una valiosa lección sobre el valor del hogar y la importancia de nunca olvidarse de aquellos que nos quieren. Desde entonces, ella siempre estuvo junto a Mario, compartiendo sus días entre juegos, canciones y mucho amor.

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