Un refugio para todos


Había una vez en la sabana africana un avestruz llamado Olivia, quien era muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras. Un día, mientras corría velozmente por la llanura, tropezó con una piedra y cayó al suelo.

-¡Ay! ¡Qué dolor! -exclamó Olivia, frotándose la pata. Al ver que no podía levantarse, comenzó a preocuparse.

¿Cómo haría para seguir explorando la sabana si no podía moverse? De repente, escuchó una voz suave que le dijo:-¿Necesitas ayuda? Olivia levantó la cabeza y vio a Mateo el elefante parado frente a ella con una sonrisa amable en su rostro. -Sí, por favor. Me lastimé la pata y no puedo levantarme -respondió Olivia con tristeza.

Mateo se acercó lentamente a Olivia y con mucho cuidado la ayudó a ponerse de pie. Luego, le ofreció llevarla sobre su lomo para llevarla hasta donde los demás animales pudieran ayudarla. -Gracias, Mateo.

Eres muy amable -dijo Olivia emocionada por haber encontrado ayuda en ese momento difícil. Mateo llevó a Olivia hasta donde vivían los demás animales de la sabana y entre todos buscaron formas de ayudarla a recuperarse pronto.

Le trajeron agua fresca, comida nutritiva y le dieron ánimo para que no perdiera las esperanzas. Días después, gracias al cuidado de sus amigos animales, Olivia pudo caminar nuevamente sin problemas.

Estaba tan agradecida por todo lo que habían hecho por ella que decidió devolverles el gesto de bondad de alguna manera. Un día soleado, reunió a todos los animales en un claro de la sabana y les dijo:-Amigos queridos, quiero agradecerles por toda la ayuda que me brindaron cuando más lo necesitaba.

Gracias a ustedes hoy puedo correr libremente nuevamente. Quisiera proponerles algo: ¿qué les parece si creamos juntos un refugio seguro para todos los animales heridos o necesitados? Así podremos ayudarnos mutuamente y ser una verdadera familia en esta gran sabana.

Los demás animales asintieron emocionados ante la propuesta de Olivia. Entre todos construyeron un refugio cómodo y seguro donde pudieran sanar las heridas físicas pero también reconfortar el alma con amor y compañerismo.

Desde aquel día, Olivia aprendió que pedir ayuda no era señal de debilidad sino de valentía y humildad. Y descubrió que cuando uno da amor y generosidad sin esperar nada a cambio, el universo conspira para devolver esa bondad multiplicada.

Y así fue como el avestruz Olivia enseñó una gran lección de solidaridad y amistad en la sabana africana, donde cada animal encontraba consuelo en saber que nunca estarían solos mientras tuvieran unos a otros.

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