Un Regalo de Amistad en Julcán
En un pequeño pueblo de la provincia de Julcán, donde el sol brilla con fuerza y las montañas parecen susurrar secretos, se acercaba la Navidad. Todos estaban emocionados, pero especialmente Santi, un niño de diez años que soñaba con tener un árbol de Navidad espectacular y llenarlo de brillantes adornos. Sin embargo, su familia no tenía mucho dinero, y Santi sabía que su sueño podría quedar en la espera otro año más.
Un día, mientras paseaba por la plaza, Santi vio a su amiga Lila, una niña muy creativa que siempre tenía ideas geniales.
"Lila, ¿cómo te imaginas que será la Navidad de este año?" - preguntó Santi, mientras lanzaba una piedra al río.
"¡Va a ser mágica! Aunque no tengamos mucho, podemos hacer algo especial en la plaza para que todos celebremos juntos", respondió Lila con una sonrisa.
Santi se sintió un poco triste, pues, aunque tenía muchas ganas de celebrar, su corazón anhelaba ese árbol hermoso que había visto en una tienda del pueblo. Pero decidió seguir la corriente de Lila. Juntos, empezaron a planear una gran fiesta navideña en la plaza, donde invitarían a todos los vecinos.
Una tarde, mientras estaban en casa de Lila, se les ocurrió una idea.
"Podríamos hacer adornos con cosas que tengamos en casa. ¡Así mi árbol no se vería tan vacío!" - sugirió Santi, pensativo.
"¡Eso es! Y podríamos invitar a todos los chicos del barrio a que también traigan algo y hagamos una gran colaboración", dijo Lila entusiasmada.
Así, en los días que siguieron, los niños del barrio comenzaron a recolectar materiales. Algunos hicieron bolas de papel, otros decoraciones con hojas secas y cintas. Entre risas y chistes, transformaban lo que parecía simple en algo brillante y especial.
Un día, mientras decoraban la plaza, un grupo de adultos se acercó a ayudarlos. Era el abuelo Miguel, que siempre tenía historias fascinantes que contar.
"¡Hola, pichones! ¿Pueden contarme de lo que están haciendo?" - preguntó con curiosidad.
"Estamos preparando una fiesta navideña para todos, abuelo Miguel. Queremos que todos celebremos juntos", dijo Lila, emocionada.
El abuelo sonrió y ofreció su ayuda.
"Yo tengo unas luces viejas en mi casa que podrían servir. ¡Voy a buscarlas!", dijo, y en un abrir y cerrar de ojos, regresó con un montón de luces.
Cada vez que alguien traía algo para decorar, la plaza se llenaba más de magia. Los vecinos comenzaron a involucrarse, trayendo comidas y bebidas para compartir.
Finalmente, el día de la fiesta llegó. Santi y Lila colocaron cuidadosamente las decoraciones que habían hecho y, cuando encendieron las luces al caer la noche, la plaza se iluminó como un cuento de hadas.
"Mirá, Santi, ¡es hermoso!" - exclamó Lila, con los ojos brillantes de felicidad.
La gente del pueblo llegó a la fiesta y todos se maravillaron al ver el trabajo en conjunto. Se compartieron historias, había música y juegos. Nadie podía imaginar que la verdadera magia de la Navidad no venía de un árbol esplendoroso, sino del calor de la amistad y la unión de todos.
A medida que la noche avanzaba, Santi se dio cuenta de que había creado algo mucho más hermoso de lo que había soñado.
"Lila, creo que este es el mejor árbol de todos", le dijo.
"Sí, y todo gracias a que decidimos hacerlo juntos. ¡La amistad es el mejor regalo!", respondió con una gran sonrisa.
Desde ese día, cada año en Julcán, los niños y adultos se unían para celebrar la Navidad, recordando que lo más importante no son los adornos, sino los momentos compartidos en compañía de quienes amamos. Y así, la verdadera magia de la Navidad se instaló en el corazón de cada uno.
Fin.
FIN.