Un rincón en la cancha
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía Lucas, un niño de diez años que soñaba con ser un gran futbolista. Desde temprano, cada mañana levantaba el rostro hacia el cielo y se prometía a sí mismo que algún día jugaría en la selección argentina. Pero había un detalle: Lucas era un poco más bajito que sus amigos y, a menudo, se sentía inseguro por eso.
Un día, mientras jugaba con sus amigos en una canchita del barrio, Lucas falló un gol que parecía imposible de errar. Sus amigos empezaron a reírse.
"¡Vamos, Lucas! ¿No podés hacer algo bien?"
"No pasa nada, chicos. Lo intentaré otra vez",
respondió Lucas mientras intentaba no dejar que el comentario lo desanimara.
Esa misma tarde, Lucas se encontró con su abuelo, un apasionado del futbol, quien le contó historias sobre grandes jugadores que siempre superaron los obstáculos.
"Escuchame un cachito, Lucas. ¿Sabías que Messi también era bajito en su infancia? A veces, los que parecen tener desventajas, tienen una gran fuerza interior."
"¿En serio, abuelo? ¿Y qué hizo él?"
"No se rindió. Trabajó duro y nunca dejó de creer en su sueño. Recuerda siempre que la confianza en uno mismo no está en la altura sino en el corazón."
Inspirado por las palabras de su abuelo, Lucas decidió que no se limitaría más. Empezó a practicar todos los días después de la escuela. Se concentraba en mejorar su control del balón, su velocidad y su resistencia. Además, al enfrentarse a zona tras zona de su pequeño barrio mientras corría, se dio cuenta de que su estatura no importaba porque había otras cosas en las que era bueno, como su técnica y su agilidad.
Un mes después, se llegó el torneo anual del barrio, donde los equipos más chicos se enfrentaban en la búsqueda de la copa. A medida que se acercaba el día del torneo, Lucas juntó a sus amigos y les dijo:
"Chicos, quiero ser el capitán del equipo. Sé que juntos podemos ganarlo."
Los niños se miraron entre sí, un poco dudosos al principio, pero pronto asintieron.
"¡Dale, Luca! Vos siempre tenes nuevas ideas."
El día del torneo llegó. El equipo de Lucas tuvo un inicio bastante complicado. En el primer partido, enfrentaron a los más grandes del barrio, los conocidos como 'Los Tigres'. A pesar de que Lucas intentó todo lo que había practicado, su equipo perdió 2 a 0.
"No se preocupen, chicos. Es solo el primer partido. Aún tenemos más oportunidades,¡debemos aprender de esto!"
"Pero somos los más chicos, Lu. Nunca podremos ganarles."
"La clase no se mide por el tamaño, ¡sino por el corazón!",
les contestó Lucas con determinación.
Con esa motivación, el equipo salía a practicar cada día antes del siguiente partido. Lucas les enseñaba nuevos movimientos que había desarrollado y les aseguraba que podían darlo todo, sin importar el resultado.
El siguiente partido fue contra 'Los Leones', otro equipo fuerte. Después de un juego muy reñido terminaron empatando 1 a 1, pero gracias a la actitud de Lucas, el equipo fue levantando la frente y se dieron cuenta que podían competir.
"¡Esto es increíble! Podemos hacerlo. ¡Vamos a dejar todo en la cancha!"
"¡Dale! ¡Jugamos por nosotros!"
Finalmente, llegaron a la gran final. Con un atardecer naranja sobre el campo, el equipo de Lucas se presentó ante sus adversarios, que eran los Tigres nuevamente. Pero esta vez, no estaban asustados. Sabían que habían crecido como equipo y eso se notó en el partido.
El partido fue tenso y emocionante. En un momento clave, Lucas logró driblar a dos jugadores del equipo contrario y se encontró en la posición perfecta para hacer el tiro. Recordó lo que le dijo su abuelo, sintió su corazón latir fuerte. Con toda su fuerza, remató hacia la portería.
"¡Gol!"
Todos gritaron. El equipo de Lucas había ganado la copa, incluso ante los grandes.
Pero lo más importante, cada uno se sintió parte de algo especial.
"Este triunfo es de todos. No solo ganamos, ¡sino que también aprendimos a creer en nosotros mismos!"
Al final, con el trofeo en manos, Lucas abrazó a su equipo y sonrió. Sabía que había aprendido una lección valiosa: lo que importa no es la altura, el tamaño o los obstáculos, sino la confianza y el trabajo en equipo. Lo que parecía un sueño lejano se había convertido en una realidad, gracias a su determinación y a la fe en sí mismo.
Linka: Nunca dejes de creer en tus sueños. Todos tienen siempre la oportunidad de brillar, a su manera.
FIN.