Un Spa de Diversión



Era un día soleado y encantador en la ciudad de Buenos Aires, y un grupo de niños de la escuela primaria decidió ir de excursión a un spa muy especial que ofrecía actividades relax y juegos divertidos. Laura, Tomás, Cami y Felipe estaban ansiosos por llegar y disfrutar de un día lleno de risas.

- ¡No puedo esperar a que empecemos! -exclamó Cami.- He escuchado que en este spa hay masajes de chocolate y podrán hacer máscaras de frutas.

- ¡Y además hay una pileta de burbujas! -agregó Tomás mientras brincaba de emoción.

Al llegar al spa, fueron recibidos por Marta, una mujer sonriente que les mostró el lugar.

- Bienvenidos, chicos. Hoy vamos a aprender a relajarnos y a cuidar de nosotros mismos -dijo Marta-. Vamos a disfrutar de actividades muy divertidas, pero también habrá tiempo para reflexionar.

Los niños se miraron entre sí, intrigados. No estaban seguros de qué significaba eso de 'reflexionar'.

La primera actividad fue hacer una máscara de frutas. Juntos, aplastaron fresas, plátanos y aguacates. Todos rieron cuando Cami decidió ponerse una máscara en la cara de Felipe.

- ¡Ahora sos un verdadero aguacate! -rió Laura.

- ¡Che, se siente raro! -protestó Felipe mientras todos reían.

Después, se acercaron a la pileta de burbujas. Era como un mar de espuma y los niños saltaron sin dudarlo.

- ¡Es como estar en un cuento de hadas! -gritó Tomás, llenándose de burbujas.

Todo iba de maravilla. Pero, en medio de los juegos, Marta convocó a los niños para una meditación guiada, algo que nunca habían experimentado.

- A ver, chicos, es momento de relajarse y escuchar lo que nuestro cuerpo necesita -dijo Marta con voz suave.

Los niños se acomodaron en el suelo y cerraron los ojos. Al principio, se sintieron un poco incómodos, pero pronto empezaron a disfrutar de la calma. Marta les guió en una visualización.

- Imaginen que están en una playa. El sol acaricia su piel y la brisa suave les hace sonreír. Ahora, lleven su atención a su respiración. Inhalan paz y exhalan preocupaciones.

Después de unos minutos, los niños abrieron los ojos, sorprendidos por lo que sentían.

- ¡Qué tranquilidad! -susurró Cami.

- Nunca pensé que podría sentir esto -admitió Tomás, mirando a sus amigos.

Marta los animó a compartir sus sentimientos.

- ¿Qué les pareció la experiencia? -preguntó.

- Creo que estar en silencio ayuda a pensar mejor -dijo Laura.- A veces, en el bullicio del colegio, no puedo concentrarme.

- Y es importante cuidar de uno mismo, no solo exteriormente, sino también por dentro -agregó Felipe, reflexionando sobre lo que había aprendido en ese día.

Con una sonrisa, Marta les propuso terminar el día con una actividad muy especial. Cada niño debía escribir en un papel algo sobre lo que les hacía feliz y algo que quisieran mejorar.

- Yo quiero aprender a ser más paciente -dijo Tomás.

- Y yo, a ser más comprensiva -añadió Laura, mientras escribía con esmero.

Una vez que terminaron, los niños compartieron sus pensamientos. En ese momento, comprendieron que cada uno estaba en un proceso de crecimiento personal.

Después de un día lleno de juegos, risas y reflexión, los niños se despidieron de Marta y salieron del spa con una nueva perspectiva sobre la importancia del autocuidado, no solo físico, sino también emocional.

- ¡Este fue el mejor día de todos! -gritó Cami mientras caminaban hacia la escuela.

- Sí, aprendimos que, a veces, debemos tomarnos un momento para parar y pensar en nosotros mismos -dijo Felipe.

Y así, los niños volvieron a casa, no solo con sonrisas en el rostro, sino también con valiosas lecciones sobre el amor propio y la importancia de la amistad.

FIN.

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