Un Sueño Bajo el Sauce



Marcelina era una vendedora de tamales en un pequeño pueblo llamado Tupiza. Todos los días, desde muy temprano, colocaba su puesto bajo un sauce antiguo junto al río, donde vendía sus deliciosos tamales y chicha. Sin embargo, lo que la mayoría de la gente no sabía era que Marcelina era una huérfana que había pasado por muchas penas en su vida. A pesar de todos los obstáculos, Marcelina siempre había soñado con terminar la escuela y convertirse en bachiller.

Chicha, una niña curiosa que vivía cerca del río, a menudo observaba a Marcelina desde lejos. Un día, decidió acercarse y preguntarle por qué siempre estaba tan alegre, a pesar de trabajar tanto y no tener a nadie que la cuidara. Marcelina, con una sonrisa en el rostro, le explicó a Chicha que a pesar de todos los problemas, nunca había dejado de soñar. Le contó sobre su determinación para estudiar y superar todas las dificultades que la vida le había presentado, y cómo había encontrado en la cocina una forma de superar las penas.

Asombrada por la historia de Marcelina, Chicha comenzó a ayudarla en su puesto de tamales y chicha todas las tardes después de la escuela. Juntas preparaban los tamales, contaban historias y reían sin parar. Marcelina compartía con Chicha su sabiduría y le repetía una y otra vez: “Cuando se quiere, se puede”. Chicha, inspirada por Marcelina, comenzó a soñar en grande y a creer que todo era posible.

Poco a poco, Marcelina y Chicha se convirtieron en mejores amigas. Pero un día, cuando una lluvia torrencial inundó el río y arrastró el querido sauce bajo el cual solían vender, parecía que su amistad enfrentaría un gran obstáculo. Sin embargo, en lugar de rendirse, Marcelina y Chicha decidieron convertir su desafío en una oportunidad. Con la ayuda de otros habitantes del pueblo, iniciaron una campaña para reconstruir un puesto aún mejor, y esta vez, con un techo que las protegería de la lluvia.

El esfuerzo de todas las personas del pueblo fue enorme, y en poco tiempo, Marcelina y Chicha tenían un nuevo puesto de tamales y chicha, más hermoso que nunca. Ese día, mientras observaban maravilladas su nuevo lugar de trabajo, Marcelina le dijo a Chicha: “¿Ves, mi niña? Te dije que cuando se quiere, se puede”. Chicha asintió con una sonrisa y agregó: “Siempre es posible, Marcelina”. Juntas, supieron que el trabajo duro, la amistad y la determinación podían superar cualquier obstáculo. Desde entonces, su puesto se convirtió en un lugar de esperanza y alegría para todo el pueblo de Tupiza.

FIN.

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