Un sueño lejano para una chica sin derechos



En un pequeño pueblo llamado Esperanza, vivía una niña llamada Luna. A diferencia de otras niñas de su edad, Luna no podía ir a la escuela porque su familia necesitaba que trabajara en el campo. Aunque el sol brillaba intensamente, el corazón de Luna se sentía nublado. Ella soñaba con aprender a leer y escribir, y tener un futuro donde pudiera decidir su propio camino.

Un día, mientras recogía flores en un campo, Luna encontró un libro tirado entre los arbustos. La portada estaba un poco desgastada, pero aún podía ver la imagen de una niña volando con alas de mariposa.

-¡Mirá esto! - gritó Luna, emocionada.

Su amigo Mateo, un niño del pueblo, que también trabajaba, vino corriendo.

- ¿Qué es eso, Luna?

- Es un libro. No sé leer, pero parece tan mágico - respondió ella, acariciando la cubierta.

Mateo, que sí sabía leer, tomó el libro de las manos de Luna.

- ¡Vamos a leerlo juntos!

Y así, los dos se sentaron bajo un viejo árbol y comenzaron a leer. De a poco, el mundo de las historias comenzó a abrirse ante los ojos de Luna y su corazón repleto de sueños se llenó de esperanza.

- ¿Sabías que si aprendes a leer podrás volar lejos? - dijo Mateo con una sonrisa.

- ¡Sí! Muchas veces he soñado con ir a la escuela y aprender. - respondió Luna con entusiasmo.

Los días pasaron y Luna y Mateo se reunían en secreto, lejos de los trabajos del campo, para leer cada vez más sobre aquel mundo de letras y sueños. Sin embargo, sus familias pronto se dieron cuenta de que no estaban trabajando y empezaron a preguntar. Una tarde, la madre de Luna la llamó.

- Luna, ven acá, ¿por qué no estás trabajando?

- Estoy aprendiendo a leer con Mateo.

- ¿Leer? ¡Eso no te traerá comida! ¡Tienes que ayudar! - su madre le dijo, con un tono de preocupación.

Luna se sintió triste y un poco asustada.

- Pero mamá, si leo, podré aprender a escribir y a tener un futuro mejor.

Su madre suspiró.

- Los sueños son lindos, mi niña, pero la realidad a veces es dura.

Esa noche, Luna no pudo dormir. Pensó en su sueño y en cómo podía cambiar su vida. Al día siguiente, decidió hablar con Mateo.

- Mateo, yo quiero que nuestros padres entiendan que aprender a leer es importante. - le dijo Luna, decidida.

- Tienes razón, ¡hay que hacer algo! - respondió Mateo, con un brillo en los ojos.

Juntos, idearon un plan. Decidieron organizar una reunión en la plaza del pueblo donde mostrarían sus descubrimientos sobre el mundo de las letras.

Ese fin de semana, armados con grandes carteles de colores que hacían referencia a los libros y la educación, invitaron a los niños y adultos del pueblo. La plaza se llenó de curiosos.

- ¡Queremos aprender y tener derechos! - exclamó Luna, levantando un libro en alto.

Mateo se unió.

- Si todos vamos a la escuela, el pueblo será más fuerte.

Poco a poco, la gente comenzó a prestar atención. Algunos padres empezaron a recordar sus propios sueños de infancia y cómo habían tenido que renunciar a ellos.

- ¿Por qué no podemos pedir que la escuela abra sus puertas para todos? - preguntó una niña del público.

Luna sintió que su corazón latía con fuerza. - ¡Es una buena idea! - gritó. Y así comenzaron a escribir una carta al alcalde, pidiendo la creación de una escuela accesible para todos los niños del pueblo, sin importar su situación.

Con cada firma, la esperanza crecía. Después de semanas de trabajo, lograron reunir muchas firmas y el día de la presentación llegó.

- Alcalde, queremos que nos escuche - dijo Mateo con un firme determinación.

El alcalde, sorprendido por la valentía de los niños, escuchó atentamente. Al finalizar, prometió ayudar a crear una escuela donde todos los niños pudieran aprender.

La noticia corrió rápido y, al poco tiempo, una pequeña escuela se abrió en Esperanza. Luna por fin podía estudiar con sus amigos.

- ¡No puedo creer que lo logramos! - dijo Mateo, mientras caminaban juntos hacia la escuela el primer día.

Luna sonrió feliz.

- Esto es solo el comienzo. Ahora yo puedo soñar en grande. -

Y así, en ese pequeño pueblo, Luna dejó de ser solo una niña sin derechos. Ahora era una niña con sueños y una voz que podía ser escuchada. Y aunque el camino no siempre sería fácil, sabía que el aprendizaje podría llevarla a volar lejos, como aquella niña de alas de mariposa en su libro mágico.

Y así, con cada letra que aprendía, su sueño se volvía un poquito más cercano, abriendo puertas hacia un mundo lleno de posibilidades.

Fin.

FIN.

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