Un Tango en El Barrio de Flores



Era un soleado día en el barrio de Flores, donde los niños de sala de 5 de la escuela 'Pequeños bailarines' estaban emocionados. Su maestra, la señorita Clara, les había propuesto una actividad muy especial: ¡tenían que elegir un nombre para su nuevo jardín que estaban construyendo en el patio de la escuela!"¡Yo quiero que se llame 'Hugo del Carril'!" exclamó Emiliano, un niño con una gran pasión por el famoso poeta de tango.

"No, no, no! A mí me gusta más 'Caminos de Tango', suena a aventura y baile!" respondió Valentina, que siempre soñaba con ser una gran bailarina.

Los chicos comenzaron a discutir. Cada uno tenía una idea diferente, y el aula se llenó de propuestas. "¡Yo quiero que se llame 'El Jardín de las Estrellas'!" sugirió Ana, que amaba mirar el cielo en las noches despejadas. "¿Pero cómo va a ser un jardín de estrellas? Las estrellas están en el cielo!" intervino Federico, riéndose.

"¡Eso sí que sería mágico!" dijo Valentina, imaginando que las flores podían brillar como estrellas. Sin embargo, la discusión se tornó un poco confusa y nadie parecía llegar a un acuerdo.

La señorita Clara, viendo que los niños se habían distraído, decidió llevar a sus alumnos a dar un paseo por el barrio para inspirarse. Salieron a caminar por las calles de Flores, asombrándose con los colores y los aromas de las distintas flores en jardines de los vecinos.

Mientras caminaban, se toparon con un hombre mayor que estaba sentado en un banco tocando un bandoneón. Al escuchar la música, los niños se acercaron curiosos.

"¡Hola, abuelito! ¿Qué música estás tocando?" preguntó Emiliano.

"Esto es tango, chicos. Un baile que habla de historias del corazón," respondió el hombre con una sonrisa.

Los niños se sentaron alrededor de él, hipnotizados por la música que les hacía querer levantarse y bailar.

"¿Y de qué trata el tango?" preguntó Valentina, mientras movía los pies al ritmo de las notas.

"El tango habla de amor, de desamor, de la vida en el barrio, de los sueños y las esperanzas. Cada rincón tiene su propio tango," contó el abuelito.

Inspirados por las historias que contaba el hombre, los chicos comenzaron a compartir sus propias ideas en el regreso al jardín.

"El jardín podría llamarse 'El Jardín de los Sueños', porque todos los días soñamos con algo distinto!" sugirió Ana.

"¡Sí! Y cada flor podría ser una historia, como el tango!" agregó Valentina.

"Yo creo que 'Caminos de Tango' es perfecto porque en el jardín podemos bailar y contar nuestras historias también," dijo Emiliano, recordando la música que habían escuchado.

Finalmente, todos se miraron, y en un momento de claridad, llegaron a un acuerdo.

"¡Vamos a combinar nuestras ideas!" gritaron al unísono.

Así, decidieron que el jardín se llamaría 'El Jardín de los Caminos de Tango', donde cada niño podría plantar su propia flor, y cada flor representaría una historia para contar.

El día de la inauguración, todos los padres llegaron a la escuela. Cada niño presentó su flor y explicaron la historia detrás de ella. Emiliano plantó una rosa roja que simbolizaba el amor, mientras que Valentina eligió una flor amarilla que representaba la alegría.

"Este jardín es especial porque cada una de nuestras historias es importante, y juntas forman un gran tango," explicó la señorita Clara, mientras sonreía al ver la felicidad de sus alumnos.

Y así nació 'El Jardín de los Caminos de Tango', un lugar donde los sueños florecieron y donde cada niño podía bailar al compás de su propia melodía, viviendo cada día como un hermoso tango.

FIN.

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