Un Tesoro de Amistad
Había una vez, en un mágico bosque encantado, un duende llamado Tomás. A diferencia de los otros duendes, a Tomás no le gustaba ser pequeño y travieso.
Soñaba con convertirse en un niño para poder jugar y aprender como ellos. Un día, mientras caminaba por el bosque, Tomás se encontró con la Princesa Sol. Ella era conocida por su amabilidad y generosidad hacia todos los seres del reino mágico.
Sin pensarlo dos veces, el duende se acercó a ella y le pidió ayuda. "Princesa Sol, ¿podrías ayudarme a convertirme en niño? Sueño con ser como ellos y aprender cosas nuevas", le suplicó Tomás. La princesa sonrió gentilmente al ver la sinceridad en los ojos del duende.
Decidió darle una oportunidad y aceptó ayudarlo. Juntos comenzaron a jugar cada día: saltaban sobre las hojas secas, trepaban árboles e inventaban historias fantásticas. Con el paso del tiempo, Tomás ganó la confianza de la Princesa Sol.
Ella lo consideraba su amigo especial y le regaló un hermoso anillo dorado como símbolo de su amistad sincera.
Un día soleado, mientras jugaban cerca del río cristalino que atravesaba el bosque encantado, Tomás sintió una extraña tentación al mirar el brillante anillo en su mano. Sus pensamientos egoístas comenzaron a nublar su mente y decidió que quería quedarse con él para siempre. Sin embargo, cuando tomó el anillo sin permiso, la Princesa Sol se dio cuenta de inmediato.
Su mirada reflejaba tristeza y decepción. "¿Por qué hiciste eso, Tomás? Pensé que éramos amigos", dijo la princesa con voz entrecortada. El duende, sintiéndose culpable y arrepentido, trató de explicarse pero las palabras no salían de su boca.
Comprendió en ese momento lo equivocado que había estado al robar el anillo de su amiga. La Princesa Sol decidió darle una oportunidad a Tomás para enmendar su error.
Le pidió que devolviera el anillo y le mostrara que podía ser un amigo honesto y confiable. Tomás, avergonzado por sus acciones, corrió rápidamente hacia donde había escondido el anillo y lo devolvió a la princesa. Lágrimas brotaron de sus pequeños ojos mientras pedía disculpas por su comportamiento egoísta.
La Princesa Sol aceptó las disculpas del duende y le ofreció otra oportunidad para cambiar.
Juntos se sentaron bajo un gran árbol y hablaron sobre la importancia de ser honesto, respetar los sentimientos de los demás y aprender a rectificar los errores cometidos. Desde aquel día, Tomás aprendió valiosas lecciones gracias a la amistad con la Princesa Sol. Descubrió que convertirse en niño no era necesario para disfrutar del juego y aprender cosas nuevas.
Aprendió también el valor de la sinceridad, el respeto y cómo rectificar cuando cometemos errores. El bosque encantado volvió a estar lleno de risas y juegos, y el duende Tomás se convirtió en un ejemplo para todos los demás duendes.
Aprendió que la amistad verdadera es más valiosa que cualquier tesoro y que ser honesto y respetuoso con los demás es la clave para vivir en armonía.
Y así, el duende Tomás y la Princesa Sol siguieron siendo amigos inseparables, compartiendo risas y aventuras en el mágico bosque encantado, recordando siempre la lección de aquel día: nunca está mal cometer errores, siempre y cuando estemos dispuestos a aprender de ellos.
FIN.