Un Tesoro de Amistad
Había una vez en las tierras de los Incas, un pequeño cuy llamado Choclo y una hermosa llama llamada Lima. A pesar de ser muy diferentes, siempre habían sido los mejores amigos. Choclo, con su suave pelaje marrón y su carácter alegre, adoraba corretear por las praderas. Lima, con su lana blanca y su porte elegante, disfrutaba de explorar las montañas.
Un día, mientras exploraban un viejo templo inca, Choclo encontró un brillante objeto dorado.
"¡Mirá, Lima! ¿Qué será esto?" - dijo emocionado Choclo levantando el oro.
"¡Es oro!" - exclamó Lima con asombro. "Dicen que tiene un gran valor, podríamos ser ricos con esto."
De repente, ambos sintieron un extraño deseo de tener más oro. Choclo comenzó a soñar en grande.
"Podríamos comprar todas las verduras de la aldea y tener un festín eterno" - pensaba Choclo.
"¡Y comprar una casa gigante donde siempre esté el sol!" - agregó Lima.
Su ambición creció y comenzaron a buscar más oro, olvidando su amistad.
Día tras día, se sumergieron en la búsqueda del tesoro dorado, olvidando jugar y reír juntos. La montaña, que antes era su campo de aventuras, se transformó en un lugar de competencia.
"Yo encontré más oro, soy más rica que vos" - dijo Lima, intentando mostrar su hallazgo.
"Pero yo tengo la pieza más grande, ¡así que soy el mejor!" - replicó Choclo, sintiéndose herido.
Las tensiones aumentaron y, un día, decidieron tener una competencia para ver quién podía encontrar el mayor tesoro de oro. El aire se llenó de rivalidad, y se olvidaron de lo que realmente importaba: la amistad.
Sin embargo, los Incas, que observaban desde lejos, decidieron intervenir. Mandaron a su sabio líder, un anciano que conocía las historias y secretos del cielo y la tierra.
"Queridos amigos" - dijo el anciano "están buscando oro en el lugar equivocado. La verdadera riqueza no se mide con metal, sino con los lazos que unen sus corazones."
Choclo y Lima se miraron confundidos. No podían entender cómo algo tan bello como el oro no podía ser lo más importante.
"Pero, anciano, ¡el oro es valioso!" - argumentó Lima.
"Sí, pero solo trae ilusiones y agrega distancia. La verdadera felicidad viene de compartir momentos juntos, de ayudar y ser ayudados" - explicó el sabio.
Con cada palabra del anciano, Choclo y Lima comenzaron a recordar todos los momentos divertidos y felices que habían pasado juntos. Las risas, las carreras y los sueños.
"¿Qué hemos hecho?" - murmuró Choclo, empezando a llorar.
"Lo lamento mucho, Lima. Te he dejado de lado por un puñado de oro" - confesó, la emotividad llenando su voz.
"Yo también me equivoqué. Te extraño, Choclo. Nuestra amistad es más importante que cualquier tesoro" - respondió Lima, con lágrimas en sus ojos.
El anciano sonrió al ver cómo se reconciliaban.
"Recuerden, siempre que el amor y la amistad estén en sus corazones, serán verdaderamente ricos. El oro no les dará alegría, pero compartir la vida sí lo hará."
Desde aquel día, Choclo y Lima decidieron dejar de lado la búsqueda de oro. En lugar de ser rivales, se convirtieron en un gran equipo, ayudando a sus vecinos en la aldea y compartiendo lo que tenían.
Así, Choclo y Lima aprendieron que el verdadero oro de la vida es la amistad, el amor y la felicidad compartida. Y así, juntos, vivieron en armonía, riendo y disfrutando de cada día sin importar el valor de los objetos materiales.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.