Un Verano de Aventuras



Era un bello día de verano en el barrio de Eillen y Maicol. El sol brillaba con fuerza, y el aire fresco invitaba a jugar al aire libre. Sin embargo, Eillen, la hermanita mayor, no se sentía tan alegre. Ella siempre miraba a su mamá con ojos llenos de lágrimas, porque le costaba mucho jugar con otros niños. Eillen había sido muy apegada a su madre, la cual, a su corta edad, trataba de proporcionarles la mejor vida posible a sus pequeños.

Maicol, su hermano menor, era un niño participativo y curioso. Siempre estaba dispuesto a explorar el mundo, pero se sentía triste por no poder jugar con su hermana.

- “Eillen, ¿por qué no venís a jugar con los chicos del parque? ” - le preguntó, mientras miraba al grupo de niños que corrían y se reían.

- “No, Maicol, no sé cómo jugar con ellos. Solo quiero estar con mamá” - Eillen respondía, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano.

Su mamá, que oía la conversación, se acercó y se agachó a su altura.

- “Eillen, amorcito, jugar con otros niños puede ser muy divertido. ¿Qué tal si te unes a Maicol y a sus amigos, y yo me quedo aquí con ustedes? ” - propuso con una sonrisa cálida.

- “No sé, mamá. ¿Y si no me quieren? ” - dijo Eillen, asustada.

- “Los niños son muy amables, Eillen. A veces hay que dar el primer paso. Estoy segura de que se divertirán mucho juntos. Además, si necesitas a mamá, siempre estaré cerca.” - le aseguró su mamá.

Después de un rato de pensarlo, Eillen decidió que tal vez podría intentarlo.

- “Está bien, voy a intentarlo, pero prometeme que no te alejarás mucho.” - le dijo a su madre.

Con un poco de miedo en su corazón, Eillen se dirigió al parque de la mano de Maicol. Cuando llegaron, los otros niños estaban jugando a la pelota. Eillen observó desde la distancia, sintiendo cómo su corazón latía fuertemente.

- “¡Hola! ¿Podemos jugar? ” - preguntó Maicol, con su voz inocente.

- “Claro, vení! ¡Vamos a jugar! ” - gritaron los otros chicos, asegurándose de que Eillen se animara a unirse.

El primer intento fue difícil. Eillen dudaba en unirse, pero Maicol la incitaba con una gran sonrisa.

- “¡Vamos, Eillen! ¡Juntos podemos hacerlo! ” - exclamaba.

Para su sorpresa, los niños eran amables y la hicieron sentir parte del juego. Con cada pase de pelota, Eillen empezaba a relajarse.

- “¡Esto es divertido, Maicol! ¡Mirá cómo estoy jugando! ” - dijo con una sonrisa, sintiéndose más segura.

Pero entonces, mientras corría, Eillen tropezó y cayó al suelo, comenzando a llorar de inmediato.

- “¡Mamá! ” - gritó, mientras sus compañeros de juego la miraban preocupados.

Maicol corrió hacia ella y la abrazó.

- “No te preocupes, Eillen. Todos se caen alguna vez. ¡Levantate, yo estoy aquí! ” - le dijo.

La madre, al escuchar el llanto de Eillen, llegó corriendo.

- “¡Qué pasó, mi amor! Estoy aquí, siempre a tu lado.” - la consoló abrazándola.

Eillen miró a los otros niños, quienes le sonreían con aliento.

- “Vieron, no pasó nada. Vamos a jugar de nuevo”, dijo uno de los niños.

- “¡Sí, Eillen! ¡Te esperamos! ” - agregó una niña, invitándola con entusiasmo.

Con coraje, Eillen se levantó.

- “Está bien, ¡soy más fuerte de lo que pensé! ” - exclamó, y con la mano de Maicol, volvió a unirse al juego.

Aquella tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse, Eillen descubrió una nueva parte de sí misma.

- “Gracias, Maicol. ¡No hubiera podido sin vos! ” - le dijo su hermana.

- “Siempre estaremos juntos, Eillen. Yo te cuido como los hermanos hacen,” - respondió Maicol, sonriendo.

Eillen aprendió que jugar con otros niños era posible y que, con un poco de apoyo, podía enfrentar ese miedo.

Cuando volvieron a casa, su madre los miró orgullosa.

- “Veo que tuviste un gran día. Lo más importante es que te divertiste y te sentiste bien.”

- “Sí, mamá. Quiero jugar más a menudo”, dijo Eillen, dibujando una sonrisa en su rostro.

- “Y siempre estaré a tu lado, mi amor,” - respondió su mamá, dándoles un gran abrazo.

Así terminó un mágico día de verano, donde Eillen y Maicol no solo descubrieron la amistad, sino también el valor que hay dentro de cada uno de nosotros para enfrentar nuestros miedos.

FIN.

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