Un Verano Inolvidable
Era un día soleado cuando la familia Pérez decidió que era hora de unas vacaciones. - ¡Vamos a la playa! - dijo Sofía, la más pequeña, saltando de alegría. - O podríamos ir a la montaña. Podríamos hacer un picnic y ver las estrellas - propuso Tomás, el hermano mayor, con entusiasmo. La mamá y el papá se miraron y sonrieron. - ¿Por qué no hacemos ambas cosas? - sugirió la mamá. Todos se emocionaron al escuchar esa idea.
Así que, hicieron las maletas con toallas, protector solar, bocadillos, y un par de juguetes para la playa. Subieron al auto y pusieron rumbo a la costa. Al llegar, el mar era un espejo azul que brillaba bajo el sol. - ¡Miren! - gritó Sofía. - ¡El agua! - Corrió hacia la orilla y saltó dentro de sus primeras olas.
La diversión no se hizo esperar. Jugaron en la arena, construyeron castillos y recogieron conchitas. - ¡Esto es una maravilla! - exclamó Tomás. La mamá les preparó un delicioso almuerzo mientras el papá cuidaba de las cosas. De repente, un fuerte viento levantó la sombrilla. - ¡Agárrenla! - gritó el papá, mientras todos corrían tras la sombrilla voladora. Afortunadamente, lograron atraparla justo a tiempo, y todos rieron a carcajadas.
Luego de un día lleno de juegos y risas, decidieron que al siguiente día irían a la montaña. Partieron temprano y, mientras subían, la opinión de cada uno surgía en el auto. - ¡Quiero ver un ciervo! - musitó Sofía con ojos brillantes. - Yo quiero escalar esa roca gigante - afirmó Tomás con determinación.
Una vez en la montaña, se maravillaron con la vista y se pusieron a explorar. Hicieron senderismo, disfrutaron de la naturaleza, y cuando menos lo esperaban, encontraron un pequeño arroyo. - ¡Agua fresca! - gritó Sofía mientras corría para mojarse los pies.
Mientras tanto, Tomás traía algunos palos. - ¡Construyamos un puente! - propuso. Y así, entre risas y juegos, armaron un pequeño puente que cruzaba el arroyo. - ¡Listo! - dijo Tomás orgulloso, mientras Sofía y mamá pasaban con cuidado. Pero al cruzar, Sofía se resbaló y cayó al agua, causando un gran chapoteo.
Todos comenzaron a reírse. - ¡Estoy bien! - dijo Sofía con una sonrisa empapada. A partir de ese momento, nadie quiso dejar de jugar en el arroyo. Los papás se unieron y armaron un juego donde todos debían cruzar sin mojarse.
Luego de un día lleno de risas y aventuras, la familia decidió que era momento de cenar. Encontraron un lugar perfecto, con una vista espectacular. - ¡Esta montaña es increíble! - dijo Sofía, mientras el sol se ponía. - Pero no hay nada como lo que tenemos en casa. - agregó Tomás con una mirada pensativa. - ¿Por qué no venimos aquí todos los veranos? - preguntó la mamá. - ¡Sí! - gritaron los chicos juntos.
Esa noche, cada uno escribió su momento favorito del día. - Yo elegí hacer el puente - dijo Tomás. - Yo elegí la caída en el arroyo - dijo Sofía, riendo a carcajadas.
Esa noche, mientras el cielo se llenaba de estrellas, la familia reflexionó sobre lo importante que es disfrutar cada momento juntos, ya sea jugando en la playa o explorando la montaña. El papá completó la reflexión: - La felicidad está en los pequeños momentos que compartimos. Todos sonreían, abrazados, listas para otro nuevo día de aventuras, pensando en un futuro lleno de más vacaciones familiares y nuevas experiencias.
Y así, con el corazón lleno de amor y la mente llena de recuerdos, los Pérez supieron que lo que más importa es estar juntos, vivir aventura tras aventura, sea en la playa o en la montaña, porque lo que realmente cuenta es la familia, la risa y el disfrute del descanso.
FIN.