Un Viaje a la Diversidad



Era un hermoso día en la ciudad de Smiley, y los niños de segundo grado estaban muy emocionados porque era el Día de la Raza. La maestra Ana les había prometido una sorpresa especial. Al llegar a la escuela, todos corrieron al aula, donde una gran bandera colorida adornaba la pizarra.

La maestra Ana sonrió y dijo:

"¡Buenos días, chicos! Hoy vamos a aprender sobre todas las culturas que hacen de nuestro país un lugar tan especial. ¡Pero en lugar de libros, vamos a hacer un viaje imaginario!"

Los ojos de los niños brillaron de emoción.

"¿Un viaje imaginario? ¡Qué divertido!" – exclamó Lucas, un niño muy curioso.

"Sí, así es. Pero primero, todos necesitamos un pasaporte. Pueden decorarlo como deseen, ¡usando todos los colores del mundo!"

Los niños se pusieron a trabajar, recortando y pegando en sus pasaportes. Cuando todos terminaron, la maestra Ana dijo:

"Ahora, cierren los ojos, respiren hondo y piensen en un lugar del mundo que les gustaría visitar. ¡Viajar es conocer otras costumbres y aprender de ellas!"

De repente, un viento mágico empezó a soplar.

"¡Miren!" – gritó Valentina, señalando hacia la ventana.

En un instante, los niños vieron un arcoíris de luces y, al abrir los ojos, se encontraron en un vibrante mercado en México. La música sonaba fuerte y la gente bailaba.

"¡Hola!" – gritó una niña con un sombrero grande.

"Yo soy Sofía. ¿Vienen a celebrar el Día de los Muertos?"

Los niños, un poco confundidos, respondieron:

"No, pero estamos aprendiendo sobre diferentes costumbres a través del Día de la Raza."

"¡Eso es genial!" – dijo Sofía.

"En México celebramos la vida y recordamos a nuestros seres queridos en esa fecha. ¿Quieren probar algo delicioso?"

Los niños asintieron. Sofía les ofreció pan de muerto y les explicó su significado.

"Este pan representa los ciclos de la vida. Es muy rico, ¿no?"

Los niños probaron el pan.

"¡Es delicioso!" – exclamó Mateo.

Después de disfrutar de la fiesta en México, la maestra Ana dijo:

"Es hora de continuar nuestro viaje. ¡Agárrense fuerte!"

Los niños cerraron los ojos otra vez y, de repente, se encontraron en el bullicioso Carnaval de Brasil.

"¡Hola, amigos!" – gritó una chica con plumas brillantes.

"Soy Juliana. ¿Quieren bailar samba?"

"¡Sí!" – gritaron todos.

Bailaron y se divirtieron, sintiendo la alegría y la música que llenaban el aire. Después de un rato, se despidieron de Juliana y se prepararon para el próximo destino.

"Tengamos la próxima parada en África, ¿verdad?" – dijo Lucas, emocionado.

La maestra Ana asintió y, cuando abrieron los ojos, estaban en una aldea colorida con tambores sonando. Un anciano les sonrió y dijo:

"¡Bienvenidos! Soy Kofi. Aquí celebramos nuestras tradiciones con música y danza. ¿Quieren unirse?"

Los niños fueron parte de la celebración y aprendieron sobre la importancia de la música y la familia en la cultura africana.

"¡Es tan divertido compartir con todos ustedes!" – dijo Valentina, sintiendo que la diversidad era hermosa.

Finalmente, la maestra Ana dijo:

"Ahora chicos, regresamos a casa. Hemos viajado por el mundo y aprendido mucho sobre la diversidad. ¿Qué les parece?"

Cuando abrieron los ojos, estaban de vuelta en su aula.

"¡Fue increíble!" – dijeron todos al unísono.

La maestra Ana sonrió y dijo:

"Recuerden que todos somos diferentes, pero nuestras diferencias son lo que hace al mundo un lugar especial. ¿Qué diferencia les gustó más?"

"Me encantó la comida de México." – contestó Mateo.

"¡Y los bailes de Brasil!" – exclamó Valentina.

"Aprendí que la música en África une a todos!" – dijo Lucas.

La maestra Ana asintió.

"Exactamente, chicos. ¡Celebremos nuestras raíces y aprendamos de los demás!"

Y así, ese día mágico, los niños no solo aprendieron sobre el Día de la Raza, sino que también compartieron risas, colores, sabores y la belleza de la diversidad que cada uno trae consigo.

Al final del día, prometieron nunca olvidar que juntos somos un lienzo lleno de colores hermosos que hacen de este mundo un lugar lleno de vida y alegría.

Y desde entonces, cada Día de la Raza, se reunían no solo para hablar de diferencia, sino para celebrar la unión de sus culturas y costumbres, siempre con una sonrisa.

FIN.

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