Un Viaje a Marte



Había una vez un astronauta llamado Leo, que vivía en una pequeña ciudad. Desde niño, soñaba con viajar a Marte y convertirse en el primer humano en explorar el planeta rojo. Todo el mundo en su barrio conocía su ambición y apoyaba su sueño, pero había un gran problema: Leo no contaba con el equipo ni los recursos necesarios para llevar a cabo su aventura.

Un día, mientras paseaba por el parque, Leo se encontró con su amigo Nico.

"¡Hola, Leo! ¿Qué tal? ¿Cómo va tu sueño de ir a Marte?" - preguntó Nico con curiosidad.

"Hola, Nico. La verdad es que estoy teniendo dificultades. Necesito un cohete, traje espacial y muchas otras cosas, pero no sé cómo conseguirlas" - respondió Leo, un poco desanimado.

"¿Y si organizamos una colecta? Podríamos pedir ayuda a nuestros vecinos y amigos. La comunidad siempre apoya los sueños" - sugirió Nico, iluminándose la cara.

Le pareció una gran idea, así que, al día siguiente, Leo y Nico comenzaron a hablar con todos en el barrio sobre el sueño de Leo.

"¡Hola! Necesito ayuda para llegar a Marte. ¿Podrían contribuir con algo?" - decía Leo a todos.

Al principio, algunos se reían, otros lo miraban con curiosidad y otros lo apoyaban con entusiasmo. Con el tiempo, la gente empezó a aportar donaciones. Algunos ofrecían dinero, otros materiales y otros, incluso, se ofrecían a hacer tareas que Leo siempre había soñado.

Una tarde, mientras contaban los fondos y materiales reunidos, un anciano del barrio se acercó.

"¡Hola, chicos! Yo solía ser ingeniero, quizás pueda ayudarles a construir un modelo de cohete" - dijo el anciano con una sonrisa.

"¡Eso sería increíble!" - exclamó Leo emocionado.

Así fue como empezaron a trabajar juntos. Durante semanas, el anciano, Leo y Nico, junto con otros amigos, dibujaron, construyeron y aprendieron sobre cohetes y espacio. Cada día era una nueva aventura. En una de esas jornadas, mientras trabajaban, se dieron cuenta que no sólo estaban construyendo un cohete, sino que también estaban creando un fuerte lazo entre ellos.

Un día, mientras estaban pintando el cohete en el patio, una chica llamada Laura se acercó a ellos.

"¿Puedo unirme también? Me encantaría ayudar" - preguntó.

"¡Por supuesto! Cuantos más seamos, más rápido lo terminamos" - dijo Leo entusiasmado.

Laura se sumó al equipo y aportó ideas. Pronto, el pequeño cohete se convirtió en un verdadero espectáculo en medio del barrio, lleno de colores y con una gran imaginación. Entonces, llegó el momento de hacer el gran lanzamiento… aunque solo se trataba de un modelo a escala.

"¡Estamos listos!" - anunció Leo mientras todos se reunían alrededor del cohete.

"¿Están listos para ver a Leo viajar a Marte?" - preguntó Nico.

"¡Sí!" - gritaron todos, ansiosos.

Hicieron un pequeño evento. Los vecinos estaban emocionados, y todos contaron hasta tres y Leo presionó un botón de juguete que habían hecho.

"¡Tres, dos, uno, lanzamiento!" - dijo Leo, y el cohete - que en realidad solo estaba hecho de cartón - se elevó un poco antes de caer suavemente al suelo, lo que provocó una gran risa entre los presentes.

"¡Lo hicimos!" - exclamó Leo con alegría.

A pesar de que Leo no había llegado a Marte, había logrado algo aún más grande: había unido a su comunidad y aprendió que a veces los sueños no se cumplen de la manera que uno espera. Pero lo importante es el camino y las personas que te acompañan.

Desde entonces, Leo no solo siguió soñando con Marte, sino que cada año organizaba una nueva aventura con sus amigos, porque aprendió que no es necesario llegar a Marte para sentir que uno puede tocar las estrellas. Y así, el barrio se convirtió en un lugar donde la creatividad, la amistad y los sueños podían volar alto, ¡como un cohete que lleva paz y alegría!

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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