Un Viaje al Campo



Había una vez, en la bulliciosa ciudad de Buenos Aires, una familia compuesta por los hermanos Lucas y Bella, que siempre estaban llenos de energía y curiosidad. Su mamá, Laura, trabajaba en una oficina, mientras que su papá, Ricardo, era un arquitecto muy ocupado. A pesar de que la ciudad les ofrecía innumerables actividades, los niños anhelaban experimentar la tranquilidad del campo, donde vivía su abuela Berta, una mujer llena de historias y sabiduría.

Un día soleado, después de un largo mes de clases, mamás y papás decidieron que era un buen momento para llevar a los niños a visitar a la abuela Berta. Con una mezcla de emoción y nerviosismo, Lucas y Bella se prepararon para el viaje.

"¿Vamos a ver a la abuela Berta?", preguntó Bella mientras saltaba por la sala.

"¡Sí! Y ella nos ha prometido enseñarnos a hacer pan de campo", respondió Lucas, imaginando el delicioso olor a pan recién horneado.

Al llegar a la granja de la abuela, los niños se abrieron paso entre los hermosos campos de flores brillantes y verdes colinas. Allí, el aire olía a tierra húmeda y a libertad, un aire completamente diferente al de la ciudad.

"¡Hola, mis cielitos!", exclamó la abuela Berta, abrazando a sus nietos con la calidez del sol.

"Abuela, ¿puedes mostrarnos tus animales?", preguntó Bella, eclipsada por la belleza del paisaje.

La abuela condujo a los niños hacia el gallinero, donde las gallinas cacareaban alegremente.

"¡Miren a Blanquita y a Negrito!", dijo la abuela, señalando a dos gallinas que picoteaban el suelo.

"¿Puedo darles de comer?", preguntó Lucas con los ojos brillantes.

"Por supuesto, aquí tienes el maíz", le respondió su abuela, sonriendo.

Después de alimentar a las gallinas, la abuela llevó a los niños a explorar el jardín.

"¡Miren todas estas verduras! Este es mi orgullo", contó Berta con entusiasmo.

"¿Puedo plantar algo?", preguntó Bella, llena de entusiasmo.

Esa tarde, la abuela enseñó a los niños a cuidar las plantas y a reconocer las diferentes flores. Trabajaron juntos, riendo, llenos de tierra en las manos. Bella plantó semillas de albahaca y Lucas decidió plantar tomates.

Mientras trabajaban, Lucas hizo una pregunta:

"Abuela, ¿por qué es tan importante cuidar el campo?"

"Es nuestra responsabilidad, querido. La tierra nos da frutas, verduras y flores. Debemos respetarla y protegerla para el futuro", explicó la abuela con una sonrisa.

Ya cuando el sol comenzaba a ocultarse, fue hora de hacer el pan. La abuela llevó a los niños a la cocina, donde había un gran bol de masa.

"Ayúdenme a amasar. El secreto está en el amor que le pongas", les dijo Berta.

Los niños se divirtieron amasando la masa, riéndose de los movimientos que hacían con las manos.

"¡Esto es más divertido de lo que pensé!", exclamó Lucas.

"Sí, y después podremos comerlo", agregó Bella, emocionada.

Finalmente, tras hornear el pan, la casa se llenó de un fantástico aroma.

"No hay nada como el pan casero", dijo la abuela mientras sacaba el pan dorado del horno.

"Es el mejor pan del mundo porque lo hicimos juntos", dijo Lucas satisfecho mientras mordía un pedazo calientito.

Cuando la noche llegó y las estrellas empezaron a brillar, se sentaron todos juntos a contar historias. La abuela hablaba de su infancia en el campo y los momentos felices que había compartido.

"Cada lugar tiene su magia, pero el campo siempre tiene un pedacito especial de mi corazón", confesó Berta.

Lucas y Bella escucharon atentamente y se dieron cuenta de que el campo tenía una belleza diferente, donde la vida era más simple y llena de amor.

Al otro día, era tiempo de regresar a la ciudad, pero ahora llevaban consigo un pedacito de campo en el corazón.

"¡Prometamos volver!", dijo Bella emocionada.

"Y siempre cuidar de nuestra tierra", añadió Lucas.

Así, los niños volvieron a su hogar con nuevas experiencias y una promesa de cuidar el mundo que los rodeaba. Y aunque vivían en la ciudad, siempre recordarían la magia del campo y el amor de su abuela Berta. Y en sus corazones quedó sembrada la semilla de la responsabilidad y el amor por la naturaleza.

De esta forma, Lucas, Bella y la abuela Berta demostraron que, juntos, podían hacer cosas maravillosas.

.

FIN.

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