Un viaje de amistad


Había una vez una yegua salvaje llamada Estrella, que vivía felizmente con su manada en los amplios campos de la pradera. Juntos, galopaban libres y felices bajo el sol radiante.

Un día, mientras exploraban un nuevo lugar, la manada se separó accidentalmente. Estrella se encontró sola y perdida en un pueblo desconocido. La pobre yegua estaba asustada y confundida, pero decidió buscar ayuda.

Caminando por las calles del pueblo, Estrella llamó la atención de un niño llamado Tomás. Sus ojos brillaron al ver a la majestuosa yegua acercarse lentamente hacia él. - ¡Hola! ¿Eres una yegua salvaje? - preguntó Tomás emocionado. Estrella asintió con suavidad con su cabeza cubierta de crines negras como el carbón.

- Sí, soy Estrella, me he separado de mi manada y estoy perdida - respondió ella con voz triste. Tomás sintió compasión por la hermosa criatura y decidió ayudarla.

Extendiendo su mano hacia ella con cuidado para no asustarla, dijo:- No te preocupes, Estrella. Seremos amigos y encontraré la manera de ayudarte a reunirte con tu manada. Estrella relinchó suavemente como si entendiera las palabras amables del niño.

Juntos comenzaron a buscar pistas sobre dónde podría estar la manada de Estrella. Recorrieron todo el pueblo preguntándole a cada persona si habían visto algún grupo de caballos salvajes cerca. Después de mucho preguntar e investigar, finalmente recibieron una pista de un anciano sabio llamado Don Carlos.

- Escuché que hay una reserva natural no muy lejos de aquí donde suelen reunirse manadas de caballos salvajes - dijo Don Carlos con una sonrisa amable-. Podrían probar suerte allí.

Tomás y Estrella se sintieron llenos de esperanza al escuchar las palabras del anciano. Juntos, emprendieron el viaje hacia la reserva natural, emocionados por la posibilidad de encontrar a la manada perdida. Durante el camino, Tomás y Estrella se enfrentaron a varios desafíos.

Cruzaron ríos caudalosos, treparon colinas empinadas y atravesaron densos bosques. Pero nunca se dieron por vencidos, ya que su amistad los motivaba a seguir adelante. Finalmente, llegaron a la reserva natural y encontraron un grupo de caballos salvajes reunidos en un claro verde.

Entre ellos estaba la manada de Estrella. La alegría llenó sus corazones mientras Estrella corría hacia sus hermanos equinos. Los otros caballos saludaron a Estrella con relinchos emocionados mientras ella les contaba sobre su aventura junto a Tomás.

Todos estaban impresionados por el coraje del niño y lo consideraban uno más en su gran familia. Después de pasar tiempo jugando y compartiendo historias con su manada, Estrella miró tristemente a Tomás.

Sabía que era hora de decir adiós. - Nunca olvidaré tu valentía y bondad, Tomás - dijo ella con gratitud en sus ojos-. Gracias por ayudarme a volver con mi familia. Tomás sonrió y acarició el cuello de Estrella con cariño.

- Siempre estaré aquí para ti, Estrella. Te extrañaré mucho, pero estoy feliz de que hayas vuelto a casa. Con lágrimas en los ojos, Tomás se despidió de Estrella mientras ella se unía a su manada una vez más.

La yegua salvaje nunca olvidaría la amistad especial que había encontrado en aquel niño valiente. Y así, Estrella vivió felizmente con su manada en los campos de la pradera, recordando siempre el increíble viaje que compartió con Tomás.

Su historia inspiradora demostraba que la amistad verdadera puede superar cualquier obstáculo y llevarnos de regreso a donde pertenecemos.

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