Un Viaje de Amistad



Había una vez en lo profundo de la selva argentina, un pequeño niñito llamado Tomás. Tomás era curioso, valiente y siempre estaba dispuesto a explorar. Un día, mientras paseaba cerca de un arroyo, escuchó un ruido extraño, como un llanto lejano. Siguiendo el sonido, descubrió a un enorme elefante atrapado en un cepo.

"¡Pobrecito!" exclamó Tomás al acercarse.

"Ayuda... no puedo moverme..." gimió el elefante.

Tomás, decidido a ayudar, se acercó al elefante. "No te preocupes, amigo. Te sacaré de aquí. ¿Cómo te llamas?"

"Me llamo Tula," respondió el elefante con tristeza.

Sin dudarlo, Tomás comenzó a inspeccionar el cepo. Era pesado, pero sabía que debía hacer algo. Usó todas sus fuerzas y, después de mucho esfuerzo, logró abrir el cepo y liberar a Tula.

"¡Lo lograste!" rugió Tula, emocionado. "¡Gracias, pequeño! Nunca olvidaré esto."

Tomás sonrió, sintiéndose orgulloso de su valentía. Desde ese día, Tula y Tomás se volvieron inseparables. Juntos exploraban la selva, jugaban entre los árboles y se divertían en el río. Cada día traía nuevas aventuras y aprendizajes.

Sin embargo, un día mientras jugaban, se escuchó un gran estruendo en la selva. Tomás miró a Tula con preocupación. "¿Qué fue eso?" preguntó.

"Creo que viene de la montaña," respondió Tula. "¡Vamos a ver!"

Al llegar a la montaña, descubrieron un grupo de hombres con herramientas, tratando de talar los árboles.

"¡No! ¡Están destruyendo nuestro hogar!" exclamó Tula.

"Debemos hacer algo," dijo Tomás, decidido. "No podemos dejar que hagan esto."

Juntos, idearon un plan. Tomás corrió hacia los hombres y les dijo: "¡Alto! No pueden talar estos árboles. Son el hogar de muchos animales, incluido mi amigo Tula."

Los hombres rieron y continuaron trabajando, pero Tula decidió ayudar a Tomás. "¡Alto!" rugió el elefante, haciendo temblar el suelo. Los hombres se detuvieron, asustados al ver al gran Tula.

"Si talan estos árboles, tendrán que enfrentarse a mí," dijo Tula con firmeza.

Los hombres, viendo que no podían hacer frente a un elefante gigante, decidieron marcharse. Tomás sonrió, "¡Lo hicimos, Tula!"

"Somo un gran equipo, Tomás," dijo Tula. "Juntos siempre podemos lograrlo."

Así, a medida que pasaron los años, Tomás y Tula se volvieron conocidos en la selva. No solo aventureros, sino también defensores de su hogar. Enseñaron a los animales pequeños sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y de trabajar juntos.

Pero un día, Tomás recibió una noticia: debía ir a vivir a la ciudad con su familia.

"No, Tomás, no te vayas," sollozó Tula. "¿Quién cuidará de la selva sin ti?"

"Siempre estarás en mi corazón, Tula. Prometo volver cada vez que pueda y seguir nuestra misión de proteger nuestra selva," respondió Tomás con lágrimas en los ojos.

Prometieron que, a pesar de la distancia, siempre serían amigos. Y así, Tomás partió hacia la ciudad, pero nunca se olvidó de Tula ni de su hogar en la selva. Cada año volvía para pasar un tiempo con su amigo y seguir protegiendo la selva, demostrando que la verdadera amistad supera cualquier obstáculo.

Y así, la historia de Tomás y Tula, el elefante, perduró en la selva, recordando a todos que, juntos, somos más fuertes y que cuidar del mundo que amamos es la mejor aventura de todas.

FIN.

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