Un Viaje de Amistad



En un pequeño bosque lleno de flores coloridas y árboles altos, vivía un grupo de ratitas juguetonas llamadas Lola, Rati y Titi. Eran amigas inseparables y pasaban sus días explorando, jugando y recolectando pequeñas delicias que encontraban en su camino. Pero un día, mientras corrían entre las hojas, escucharon un susurro suave y melódico.

"¿Escucharon eso?" - preguntó Lola, deteniéndose en seco.

"Sí, parece venir de ese arbusto!" - dijo Titi, con los ojos brillantes de curiosidad.

"Vamos a investigar!" - exclamó Rati, emocionada.

Cuando se acercaron, encontraron a unos pequeños ternurines, criaturas adorables de suaves plumas y ojos brillantes, que estaban intentando alcanzar una fruta que colgaba de una rama alta.

"¡Hola! ¿Necesitan ayuda?" - preguntó Lola, acercándose con una sonrisa.

Los ternurines, que se llamaban Pico, Pío y Titi, miraron a las ratitas con sorpresa.

"¡Sí! Nos llamamos los Ternurines y no podemos alcanzar esa fruta deliciosa. ¡Es nuestra favorita!" - dijo Pico con un suspiro.

"Podemos ayudarlos a bajar la fruta si nos muestran cómo volar" - ofreció Rati, con su habitual ingenio.

"Pero no podemos volar muy alto, estamos entrenando" - respondió Pío, apenado.

Las ratitas, queriendo hacer nuevos amigos, decidieron que ayudar a los ternurines sería una gran aventura. Así que las ratitas encontraron un palo largo y lo apoyaron contra el árbol.

"¡Suban y alcancen la fruta!" - animó Titi, dando saltitos de emoción.

Los ternurines volaron de a poquito, uno a la vez, y lograron alcanzar la fruta. Pero cuando bajaron, la fruta se cayó y rodó lejos.

"¡Oh no! Ruptura de fruta!" - lamentó Pico.

"No se preocupen, la podemos recuperar juntos" - dijo Rati, y las ratitas y los ternurines se organizaron en equipos. Unas ratitas empujaban, mientras que los ternurines picoteaban para mover la fruta.

Después de un rato, lograron recuperar la fruta, pero notaron que algo había cambiado en el camino. Se había formado un pequeño lago por la lluvia de la tarde anterior y estaban atrapados del otro lado.

"¿Cómo vamos a cruzar?" - preguntó Lola, mirando el agua que brillaba como un espejo.

"Podemos hacer un puente de hojas y ramas" - sugirió Pío, el ternurín más ingenioso. Todos se pusieron a trabajar y, después de varias risas y algunos tropiezos, lograron construir un pequeño puente.

Al final de la aventura, después de cruzar y disfrutar la fruta juntos, las ratitas y los ternurines se dieron cuenta de lo mucho que habían aprendido.

"¡Esta fue una gran aventura! No sólo conseguimos la fruta, ¡sino también una nueva amistad!" - jubiló Titi, mientras disfrutaban de la deliciosa merienda.

"Sí, y aprendimos a trabajar en equipo. Juntos somos mucho más fuertes y creativos" - agregó Pío, mientras reía feliz.

Desde aquel día, ratitas y ternurines se convirtieron en los mejores amigos, siempre listos para ayudarse mutuamente y compartir risas y aventuras en su hermoso bosque, mostrando que la amistad y el trabajo en equipo pueden superar cualquier obstáculo.

Y así, las ratitas y los ternurines aprendieron que la verdadera diversión viene de la colaboración, el apoyo mutuo y los momentos compartidos.

FIN.

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