Un Viaje de Amistad
Había una vez en un tranquilo pueblo, un perro llamado Rocco y una paloma llamada Lía. Rocco era un perro grande, de pelaje marrón y muy juguetón. Siempre corría por el parque, buscando nuevos amigos. Por otro lado, Lía era una paloma pequeña, de plumas grises brillante, que pasaba su tiempo volando alto en el cielo y observando todo desde las alturas.
Un día, mientras Rocco perseguía una pelota que un niño había lanzado, se cayó y se metió en un arbusto espinoso. Rocco no podía salir y ladraba con frustración.
"¡Ayuda! ¡Alguien me ayude!" - gritó el perro.
Lía, que estaba cerca, escuchó los gritos y decidió bajar a ver qué pasaba. Al acercarse, se dio cuenta de que Rocco estaba atrapado.
"¡Pero qué te pasó, amigo!" - preguntó Lía, asustada.
"Me caí en este arbusto y no puedo salir. ¡Soy muy grande!" - respondió Rocco, tratando de liberarse.
"No te preocupes, voy a ayudarte." - dijo Lía con determinación.
Como Lía era más pequeña, se le ocurrió una idea ingeniosa. Comenzó a volar alrededor del arbusto, buscando una forma de distraer a Rocco y hacer que se moviera lo suficiente como para liberarse.
"¡Rocco, intentando girar un poco hacia la derecha!" - le dijo Lía.
Rocco hizo lo que pudo y finalmente, después de unos intentos, logró zafarse de las espinas.
"¡Lo logré! ¡Muchas gracias, Lía!" - exclamó Rocco, agradecido.
"¡Ahora eres libre! No tienes que agradecerme, yo simplemente no podía dejarte ahí." - contestó Lía, sonriendo.
Desde ese día, Rocco y Lía se convirtieron en amigos inseparables. Pasaban horas jugando en el parque y explorando juntos.
Un día, mientras Lía volaba por encima de los árboles, vio un grupo de niños que se habían perdido en el bosque cerca del pueblo.
"¡Rocco! ¡Creo que hay niños perdidos!" - le dijo Lía emocionada.
"¿Dónde están?" - preguntó Rocco, preocupado.
"En el bosque, están asustados. Necesitamos ayudarles." - explicó Lía.
Rocco asintió y ambos corrieron hacia el bosque. Al llegar, los niños estaban sentados en el suelo, viendo a su alrededor con miedo.
"¡Hola!" - ladró Rocco con voz amigable. "¿Están bien?"
"No, estamos perdidos..." - respondió una de las niñas, con lágrimas en los ojos.
"No se preocupen, nosotros los ayudaremos a regresar a casa." - dijo Lía, volando alrededor de ellos.
Rocco se puso en frente de los niños y, con su gran y amistosa apariencia, les dio confianza.
"Siganme, yo conozco el camino." - dijo Rocco, comenzando a caminar con liviandad, mientras Lía volaba delante de ellos, guiándolos.
Los niños, al ver a Rocco, se sintieron más seguros y lo siguieron mientras Lía mantenía un ojo en el mapa que había dibujado con sus alas mientras volaba.
Sin embargo, en el camino, se encontraron con un río que se había desbordado. Rocco se detuvo, pensando cómo cruzar el agua.
"¿Qué hacemos ahora?" - preguntó uno de los niños, mirando nervioso.
"Puede que no pueda saltar, pero con mi ayuda, ¡podemos encontrar una forma!" - dijo Rocco, mirando alrededor.
Lía, al ver un par de troncos caídos cerca del río, tuvo una idea.
"¡Esos troncos pueden servir como puente!" - gritó Lía.
Rocco ladró con alegría. Juntos, guiaron a los niños a que caminaran con cuidado sobre los troncos, cruzando el río.
Finalmente, tras cruzar el río y ayudarles en el camino, llegaron al pueblo.
"¡Lo logramos!" - exclamaron los niños, abrazándose a Rocco y a Lía.
"¡Gracias, amigos!" - dijeron todos, llenos de gratitud.
"Siempre estaré aquí para ayudar, y siempre seremos amigos." - dijo Rocco.
Desde ese día, Rocco y Lía se hicieron conocidos en todo el pueblo como los mejores amigos que siempre estaban dispuestos a ayudar. Y así, aprendieron que la amistad puede superar cualquier obstáculo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.