Un viaje de amistad en China


Collins era un niño curioso y aventurero que se había mudado a China con su familia. Los primeros días en aquel país le resultaron emocionantes pero también desafiantes. Todo era tan diferente: la comida, los edificios, las costumbres.

Se sentía como si estuviera en otro planeta. Caminando por las calles de su nuevo vecindario, Collins notaba cómo algunas personas lo miraban con curiosidad y hasta con cierto recelo.

Se preguntaba si era por ser extranjero o tal vez por ser diferente a ellos. Aquellas miradas raras le incomodaban y lo hacían sentirse fuera de lugar. Además, Collins estaba experimentando un desencuentro consigo mismo.

Se sentía perdido en medio de tanta novedad y ansiaba encontrar algo familiar que lo reconectara consigo mismo. Fue entonces cuando conoció a Li Jie, una niña china de su edad que vivía en el barrio.

Li Jie era una niña inteligente y segura de sí misma, pero lo más sorprendente para Collins fue descubrir que ella no creía en ningún dios o religión.

Esto chocó un poco con la educación religiosa que él había recibido, pero al mismo tiempo le pareció fascinante conocer a alguien tan diferente a él. A medida que pasaban tiempo juntos, Collins y Li Jie se fueron conociendo mejor y compartiendo sus historias, sueños y miedos.

A través de sus conversaciones, Collins aprendió a ver el mundo desde una perspectiva distinta, más abierta y tolerante. Un día, mientras exploraban juntos un antiguo templo chino convertido en museo, Collins le preguntó a Li Jie por qué no creía en ningún dios.

Ella le respondió: "No necesito creer en algo sobrenatural para ser buena persona o para apreciar la belleza del mundo que nos rodea". Collins reflexionó sobre las palabras de Li Jie y se dio cuenta de que cada persona es única y tiene sus propias creencias e ideas sobre la vida.

Aprendió a respetar las diferencias y a valorar la amistad sincera que había surgido entre él y Li Jie.

Desde aquel día, Collins dejó de preocuparse por las miradas raras de los demás y comenzó a disfrutar plenamente de su nueva vida en China junto a su nueva amiga Li Jie. Ambos descubrieron juntos un mundo lleno de posibilidades donde la diversidad era motivo de celebración y aprendizaje constante.

Y así, entre risas, juegos e historias compartidas, Collins entendió que la verdadera magia estaba en abrirse al otro sin prejuicios ni barreras, encontrando la belleza en la diversidad y el amor incondicional entre amigos diferentes pero inseparables.

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