Un viaje de amistad en Villa Alegre


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, un niño llamado Juan. Juan era muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, escuchó un llanto que venía de detrás de unos arbustos. Juan se acercó sigilosamente y descubrió a una niña llamada María que estaba sentada en el suelo con lágrimas en los ojos.

Sin pensarlo dos veces, Juan se acercó a ella y le preguntó qué le había pasado. María le contó que se había perdido mientras jugaba cerca del río y no sabía cómo volver a casa. Juan sintió mucha empatía por María y decidió ayudarla a encontrar su camino de regreso.

Juntos caminaron por el bosque, preguntándole a los animales si habían visto el camino hacia la casa de María.

El conejo les dijo que debían seguir las huellas dejadas por los venados para llegar al riachuelo y luego girar hacia la derecha. Siguiendo las indicaciones del conejo, Juan y María llegaron al riachuelo pero estaban preocupados porque no veían ninguna señal clara para continuar su camino. Fue entonces cuando apareció una mariposa amarilla brillante volando cerca de ellos.

La mariposa les indicó que siguieran sus alas doradas hasta llegar al claro del bosque donde podrían ver la montaña más alta del pueblo. Desde allí sería fácil encontrar el camino de regreso a la casa de María.

Juan y María siguieron obedientemente a la mariposa hasta llegar al claro del bosque. Allí encontraron un viejo árbol sabio que les dijo que siguieran el sendero de piedra hasta llegar a un puente colgante.

El puente colgante era largo y oscilaba con cada paso que daban. Juan estaba asustado, pero María tenía miedo de cruzarlo. Juan recordó cómo se había sentido cuando encontró a María llorando en el bosque y decidió ser valiente por ambos.

Tomó la mano de María y juntos cruzaron el puente colgante sin mirar hacia abajo. Al otro lado, se encontraron con una hermosa cascada donde lavaron sus rostros para refrescarse antes de continuar su camino.

Finalmente, después de muchas aventuras y desafíos superados, Juan y María llegaron a la casa de María. Su familia estaba muy preocupada por ella y los recibieron con abrazos cálidos y lágrimas de alegría.

Juan se sintió feliz al ver a María reunida con su familia nuevamente. Aprendió lo importante que es mostrar empatía hacia los demás y cómo un pequeño acto puede marcar una gran diferencia en la vida de alguien más.

Desde ese día, Juan siempre estuvo dispuesto a ayudar a quienes lo necesitaban. Y aunque seguía siendo un niño curioso en busca de nuevas aventuras, nunca olvidaría la importancia de la empatía y el amor hacia los demás.

Y así fue como Juan descubrió que ayudar a otros también era una gran aventura en sí misma.

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