Un Viaje de Amistad y Superación



Había una vez, en una ciudad llena de colores y risas, dos niños llamados Juana y Mohamed. Aunque ambos tenían la misma edad, llevaban vidas muy distintas.

Juana vivía en una casa con grandes ventanales, donde entraba el sol todos los días. Tenía juguetes por doquier, un jardín con flores y una mamá que siempre estaba cuidando de ella.

Un día, mientras Juana jugaba en su jardín, decidió hacer una cadena de papel para decorar su habitación. Comenzó a cortarlo y a pegarlo, emocionada por el resultado. Mientras trabajaba, vio a su vecino Mohamed, que vivía en un edificio más pequeño y había tenido un día difícil en la escuela.

-Mohamed, ¿querés venir a jugar con mi cadena de papel? -le grita Juana con una sonrisa.

Mohamed miró su pequeña casa con tristeza. -Gracias, Juana. Pero tengo mucha tarea y mi mamá no está en casa. No puedo.-

A pesar de su rechazo, Juana no se rindió. -Podemos hacer la tarea juntos, siempre es más divertido.-

Mohamed sonrió un poco. -¿De verdad? Bueno, me gustaría unirme. Pero no tengo muchas cosas para compartir.-

-No importa, Mohamed. Lo que importa es que estemos juntos. -le respondió Juana.

Juntos, empezaron a hacer la tarea. Juana le explicaba las cosas de una manera sencilla, facilitando que Mohamed entendiera. Con cada respuesta correcta, Mohamed se sentía más seguro y feliz.

Unos días después, Juana notó que Mohamed no estaba tan feliz como antes. -¿Qué te pasa, Mohamed? -le preguntó Juana mientras compartían un almuerzo en el parque.

-Tengo que ayudar a mis hermanos en casa y no puedo salir a jugar. A veces me siento muy cansado. -respondió Mohamed apesadumbrado.

Juana pensó un momento. -¿Y si hacemos un día especial para nosotros? Pidamos ayuda a tus hermanitos, así ambos podemos disfrutar.-

Esa idea iluminó el rostro de Mohamed. -¡Genial! Pero, ¿cómo lo hacemos? -

Juana propuso un plan. -Podemos organizar una tarde de juegos. Yo traigo el juego de mesa y vos podés llevar algunas cosas de tu casa. Además, tus hermanitos pueden jugar con nosotros.

Mohamed accedió muy entusiasmado. Cuando llegó el día del juego, todos se juntaron en el parque. Se rieron, jugaron y disfrutaron de unas ricas galletitas que trajo Juana. Cada risa era como una chispa de luz que iluminaba el parque.

Los días pasaron y cada vez que había un problema, Juana encontraba una forma de salir adelante. Cuando sus padres se divorcian, Juana se sintió triste pero entendió que siempre tendría a los amigos para apoyarla, y así fue como Mohamed y su familia la ayudaron a sobrellevar ese momento.

Con el tiempo, ambas vidas se fueron cruzando más y más. Juana empezó a entender las dificultades por las que Mohamed pasaba. Un día, Juana decidió que quería ayudar a otros niños como Mohamed. Comenzó a recoger juguetes y ropa que ya no usaba para donarlos. Mohamed, inspirado por la generosidad de Juana, decidió hacer lo mismo en su casa. Ambos aprendieron que compartir lo que uno tiene puede cambiar la vida de otro.

La vida continuó, y aunque había momentos de más desafíos, ambos aprendieron a encontrar la alegría en compartir, aprender unos de otros, y sobre todo, en ser amigos. Un día, mientras miraban el cielo juntos desde el parque, Juana le dijo a Mohamed:

-Muhamed, ¿sabés? No importa cuántas dificultades tengamos. Siempre podemos contar el uno con el otro.

Mohamed sonrió y le respondió: -Sí, Juana. Juntos somos más fuertes.

Y así, Juana y Mohamed no solo compartían risas, juegos y aventuras, sino también el amor y la esperanza que significa ser amigos a pesar de las diferencias. Y en cada paso, se dieron cuenta de que la verdadera riqueza viene de abrir el corazón y ayudar a los demás.

FIN.

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