Un viaje de células



Había una vez en un hermoso jardín, dos células muy especiales. Una era Celia, una célula animal llena de energía y curiosidad, y la otra era Vito, una célula vegetal tranquila y sabia.

Celia y Vito vivían en diferentes partes del jardín, pero siempre se encontraban en el rincón donde el sol brillaba más fuerte. Les encantaba compartir sus conocimientos sobre las diferencias entre las células animales y vegetales.

Un día soleado, mientras exploraban el jardín juntos, Celia le preguntó a Vito: "Vito, ¿por qué nuestras células son tan diferentes?"—"Bueno" , respondió Vito con calma, "las células animales tienen una forma redondeada o irregular, mientras que las células vegetales tienen forma rectangular o cuadrada".

"¡Interesante!" exclamó Celia emocionada. "Y también noté que las células animales pueden moverse libremente por el cuerpo de los seres vivos". "Así es", asintió Vito.

"Las células animales tienen la capacidad de deslizarse y moverse utilizando pequeños filamentos llamados cilios o flagelos". Caminando hacia un estanque cercano, Celia señaló algo peculiar: "Mira esos pequeños cuerpos verdes flotando en el agua. ¿Son también células vegetales?"Vito sonrió y explicó: "Sí, esos son organismos unicelulares llamados algas.

Son como nosotros pero viven en el agua". De repente, mientras continuaban su paseo por el jardín, escucharon un grito de auxilio proveniente de una flor cercana. Corrieron hacia ella y encontraron a Florecita, una célula vegetal en problemas.

"¡Ayuda! ¡Me están atacando los hongos!" gritó Florecita desesperada. Celia y Vito se miraron y sabían que tenían que hacer algo para salvar a su amiga.

Juntos idearon un plan: Celia usaría su forma flexible para rodear a Florecita y protegerla, mientras que Vito liberaría sustancias químicas especiales para repeler a los hongos. El plan funcionó perfectamente y los hongos fueron alejados de Florecita. Estaba muy agradecida con Celia y Vito por su valiosa ayuda.

"¡Gracias por salvarme!", exclamó Florecita emocionada. "Ustedes son increíbles". Celia sonrió orgullosa y dijo: "No hay de qué preocuparse, estamos aquí para ayudarnos mutuamente". A partir de ese día, Celia, Vito y Florecita se convirtieron en inseparables amigos del jardín.

Juntos aprendieron sobre la importancia de las células animales y vegetales en el mundo natural. Con el tiempo, más células animales y vegetales se unieron al grupo, formando una comunidad fuerte y colaborativa.

Todos trabajaban juntos para mantener la armonía en el jardín. Y así fue como Celia, Vito, Florecita y sus amigos demostraron que aunque las células animales y vegetales sean diferentes, pueden trabajar juntas para lograr cosas maravillosas.

Aprendieron que la diversidad es lo que hace al mundo tan especial. Y colorín colorado, este cuento de células ha terminado, pero su amistad y aprendizaje continúan en el maravilloso jardín.

FIN.

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