Un viaje de colores y amistad
Había una vez un niño llamado Lautaro que vivía en un pequeño pueblo. Lautaro siempre se enojaba por cualquier cosa y explotaba como un volcán en erupción.
A veces, su enojo era tan grande que todos los demás niños del pueblo preferían mantenerse alejados de él. Un día, mientras caminaba por el parque, Lautaro vio a un grupo de niños jugando y riendo juntos.
Sintió una punzada de tristeza al darse cuenta de que nadie lo invitaba a unirse a ellos. Decidió que era hora de hacer algo para cambiar eso. Lautaro pensó y pensó hasta que tuvo una brillante idea. Se fue corriendo hacia su casa y agarró algunos pinceles y pinturas.
Con mucho cuidado, comenzó a dibujar grandes carteles coloridos con mensajes positivos como "¡Hola! ¿Quieres ser mi amigo?" o "¡Vamos a jugar juntos!". Al día siguiente, Lautaro colocó los carteles alrededor del pueblo donde todos pudieran verlos.
Esperaba ansiosamente la reacción de los demás niños. Cuando llegaron al parque esa tarde, los niños no podían creer lo que veían: había carteles por todas partes con mensajes amigables escritos por alguien desconocido.
Todos estaban emocionados e intrigados sobre quién podría haberlo hecho. De repente, uno de los niños encontró una pequeña nota debajo de uno de los carteles que decía: "Fui yo quien hizo esto". Todos se miraron sorprendidos y luego comenzaron a buscar al misterioso artista.
Finalmente, encontraron a Lautaro escondido detrás de un árbol, nervioso pero emocionado. Los niños se acercaron y le agradecieron por los carteles.
Lautaro les explicó que se había dado cuenta de que su enojo siempre alejaba a los demás y quería cambiar eso. Los niños estaban impresionados por la valentía y sinceridad de Lautaro. Decidieron darle una oportunidad y lo invitaron a unirse a su juego.
Desde ese día, Lautaro aprendió a controlar su enojo y expresarse de manera más calmada. Descubrió que cuando compartía sus sentimientos con palabras en lugar de estallar en rabia, las personas realmente lo escuchaban. Poco a poco, Lautaro se convirtió en uno de los niños más queridos del pueblo.
Su amabilidad y creatividad hicieron que todos quisieran ser amigos suyos. La historia de Lautaro enseña una valiosa lección: el poder de la comunicación efectiva y el respeto hacia los demás.
Aprendió que no necesitaba enfadarse para llamar la atención; solo tenía que encontrar formas positivas de conectarse con los demás. Y así, Lautaro vivió felizmente rodeado de amigos verdaderos que lo aceptaban tal como era.
Juntos, disfrutaron cada día jugando, riendo y creciendo juntos en aquel pequeño pueblo lleno de amor y amistad.
FIN.