Un Viaje de Colores y Formas
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Tomi. Tomi era un niño especial, lleno de curiosidad y creatividad. Su sonrisa iluminaba el día de cualquiera, pero había algo que a veces lo hacía sentir solo: no siempre podía expresar lo que sentía. Aunque le gustaba jugar con sus amigos, a menudo las palabras se le escapaban, y eso provocaba frustración.
Cada fin de semana, Tomi se sentaba en su habitación rodeado de coloridos bloques de LEGO y papeles brillantes para hacer paper craft. Armaba castillos imposibles y aviones que volaban hacia mundos de fantasía. Los LEGOs eran su lenguaje secreto, su forma de comunicarse sin palabras.
Un día, mientras armaba un barco de papel con forma de dragón, escuchó un golpe en la ventana. Era su vecina, Clara, una niña un poco mayor que él.
"¿Hola, Tomi! ¿Podés salir a jugar?" - preguntó Clara con entusiasmo.
Tomi sonrió, pero las palabras no salían. En vez de eso, comenzó a hacer un tambor con sus manos, imitando sonidos de barcos y océanos. Clara observó intrigada y se acercó a ver qué hacía.
"¿Qué construís?" - preguntó Clara.
Tomi levantó su barco de papel, el dragón volador brillante, pero su mirada decía más que mil palabras. Clara, con la inocencia de una niña curiosa, decidió que eso era suficiente para entender.
"¿Podemos hacer una carrera de barcos en el agua?" - sugirió Clara.
Tomi asintió, su rostro se iluminó, y juntos salieron al parque cercano, donde había un pequeño lago. Allí, los barcos de papel de ambos navegaron libremente, llevando consigo la alegría y el cariño que Tomi no pudo expresar.
La diversión continuó, pero de repente, el barco de Tomi se atascó en la orilla. La frustración empezó a invadirlo, y su sonrisa se desvaneció.
"No puedo hacerlo..." - se quejaba Tomi mientras miraba su dragón atascado.
Clara se dio cuenta de que algo no iba bien. Consciente de la frustración de su amigo, se llevó su propio barco al agua y lo remolcó hasta el lago.
"¡Mirá, Tomi! Los barcos pueden trabajar en equipo. No hay que hacer todo solo. ¡Lo hacemos juntos!" - dijo Clara.
Tomi observó la confianza de Clara y su idea. Juntos ataron sus barcos de papel y juntos los hicieron navegar, brillando bajo el sol. Tomi se sintió mejor, entendiendo que a veces está bien pedir ayuda y que no siempre se necesita palabras para conectar.
Después de un día de risas en el parque, decidieron volver a casa. Mientras caminaban, Tomi comenzó a pensar en otras cosas que podría hacer para compartir sus sentimientos.
"¿Sabés, Clara? Quiero hacer algo especial con mis LEGOs. Algo que podamos compartir con todos. ¿Te gustaría hacerlo conmigo?" - dijo Tomi, esforzándose por expresar su idea.
Clara asintió emocionada.
"¡Sí! ¿Qué vamos a construir?" - preguntó.
"Una ciudad... ¡no! ¡Una ciudad submarina!" - respondió Tomi con entusiasmo desenfrenado.
Y así, Tomi y Clara pasaron toda la semana armando su ciudad submarina de LEGOs. Juntos, diseñaron coloridos edificios de coral y criaturas marinas, mientras su amistad crecía y se fortalecía. Todos los vecinos del barrio se maravillaban al ver la ciudad que habían construido juntos.
El día de la presentación llegó. Todos estaban emocionados por lo que Tomi y Clara habían creado. Tomi se sintió nervioso al pensar en compartir su obra con los demás, pero tomando una respiración profunda, dio el primer paso y con una sonrisa, comenzó a contarles sobre su ciudad submarina.
Las palabras fluyeron de manera fluida, claras y bellas, al igual que sus barcos de papel. Cuando terminó, todos aplaudieron y le dijeron lo increíble que era su trabajo.
"¡Felicidades, Tomi!" - gritó Clara desde el fondo.
Tomi se sintió más feliz que nunca. Aprendió que aunque a veces sea un desafío expresar sus sentimientos, siempre hay formas de conectarse. Con una sonrisa, Tomi comprendió que cada construcción, cada papel, y cada amigo forman parte de su mundo lleno de colores y formas.
Y así, Tomi continuó explorando, creando y compartiendo, sabiendo que sus sentimientos, aunque a veces difíciles de expresar, son parte de la aventura de ser él mismo.
Y así, en su pequeño barrio de Buenos Aires, Tomi y sus amigos siguieron creando juntos, en un mundo donde las palabras no siempre son necesarias para ser entendidos.
FIN.