Un viaje de cuidado y gratitud
Había llegado un hermoso día de sol en el pequeño pueblo donde vivían Juan y Elena. Los dos amigos estaban muy emocionados y decidieron salir a pasear juntos por el parque.
- ¡Juan, vamos al parque! - exclamó Elena con alegría. - ¡Sí, eso suena genial! - respondió Juan entusiasmado. Los dos se encontraron en la esquina de la calle y caminaron juntos hacia el parque. Mientras caminaban, empezaron a notar cosas interesantes a su alrededor.
- Mira, Elena, ¡una mariposa azul! - señaló Juan emocionado. - Y fíjate allí, una ardilla trepando ese árbol - añadió Elena sonriendo. El parque estaba lleno de vida y color.
Los niños jugaban en los columpios, las familias disfrutaban de un picnic en el césped y los perros corrían felices detrás de sus pelotas. Era un lugar perfecto para pasar el día.
De repente, mientras paseaban por uno de los senderos del parque, escucharon un ruido extraño que venía del lago cercano. Se acercaron corriendo para ver qué estaba pasando y se encontraron con una situación preocupante: había un patito atrapado entre las ramas flotantes. - ¡Pobrecito! Tenemos que ayudarlo - exclamó Elena angustiada.
Juan asintió con determinación y rápidamente buscó una rama larga para intentar alcanzar al patito. Después de varios intentos fallidos, finalmente logró llegar hasta él y lo sacó del agua.
- ¡Lo logramos! - gritó Juan emocionado mientras sostenía al patito en sus brazos. Elena sonrió orgullosa de su amigo y acarició al patito con ternura. Pero entonces, se dieron cuenta de que el patito parecía estar herido en una de sus alas.
- Oh no, parece que está lastimado - dijo Elena preocupada. Sin pensarlo dos veces, los amigos decidieron llevar al patito a la veterinaria del pueblo. La doctora Ana los recibió amablemente y examinó al pequeño animalito.
- Parece que tiene una fractura en su alita - explicó la doctora Ana -, pero no te preocupes, podemos ayudarlo a sanar. La doctora le colocó un vendaje especial al patito y les dio instrucciones a Juan y Elena sobre cómo cuidarlo adecuadamente hasta que se recuperara por completo.
Los amigos asintieron con atención y salieron de la veterinaria con el patito entre sus manos. Durante las siguientes semanas, Juan y Elena se dedicaron por completo a cuidar del patito.
Le daban comida especial, lo mantenían limpio y le brindaban todo el amor que podían ofrecerle. Poco a poco, el patito comenzó a mejorar hasta que finalmente pudo volar nuevamente.
Un día soleado como aquel en el que comenzó esta aventura, Juan y Elena decidieron llevar al patito de vuelta al parque donde lo encontraron para liberarlo en su hábitat natural. Al llegar allí, soltaron al pato cerca del lago y observaron cómo nadaba felizmente junto a otros animales similares. - Lo conseguimos, Juan.
Hemos hecho algo realmente bueno por este patito - dijo Elena con una sonrisa en su rostro. - Sí, hemos aprendido que juntos podemos hacer grandes cosas y ayudar a otros seres vivos - respondió Juan orgulloso.
Los amigos se abrazaron felices y continuaron disfrutando del hermoso día de sol en el parque. Habían aprendido la importancia de cuidar y proteger a los animales, así como también descubrieron lo valioso que es trabajar en equipo para lograr cosas maravillosas.
FIN.