Un Viaje de Palabras



Era una tarde lluviosa en el barrio de Villa Lúmina. Las gotas de agua caían sobre las calles, y los niños corrían a refugiarse en sus casas, pero en un pequeño departamento del cuarto piso de un edificio, Juan, un niño curioso y amante de la lectura, estaba decidido a no dejar que la lluvia arruinara su día.

"¿Qué puedo hacer hoy?", se preguntó Juan mirando por la ventana.

El cielo gris y las nubes pesadas lo inspiraron a sumergirse en su biblioteca, que era su lugar favorito en el mundo. Mientras hojeaba un libro antiguamente olvidado, una fotografía se cayó. Era una imagen de un metro, un lugar lleno de vida, ruido y aventuras.

"¿Qué habrá en el metro?", murmuró Juan intrigado.

Decidió que, aunque la lluvia estuviera afuera, podía viajar a lugares lejanos a través de la lectura. Abrió el libro en el que encontró la foto, y comenzó a leer una historia sobre la amistad en el metro de la ciudad.

Mientras leía, de repente, sintió que el viento soplaba más fuerte y una luz brillante lo envolvió. Cuando volvió en sí, se encontró dentro de un vagón del metro, rodeado de personajes muy peculiares.

"¡Hola! Soy Emma, la abeja viajera. ¿Te gustaría unirte a nuestra aventura?", preguntó una abeja con un elegante sombrero.

"¡Claro!", respondió Juan emocionado.

En el metro, Juan conoció a un loro que hablaba varios idiomas, a un gato filósofo que daba consejos sobre la vida y a un viejo libro que contaba historias de todos los lugares del mundo. Cada vez que el metro se detendía, el grupo exploraba diferentes ciudades, resolviendo acertijos y ayudando a personajes del libro de cuentos.

Pero un día, mientras viajaban a una ciudad donde la lluvia nunca paraba, se encontraron con un gran problema.

"¡Ayuda!", gritó el loro. "¡El tren se está quedando sin energía!"

Juan recordó que había leído una historia sobre cómo resolver problemas con trabajo en equipo.

"¡Debemos trabajar juntos!", dijo él.

Todos comenzaron a pensar en cómo podían ayudar. El loro sugirió que buscaran a alguien que tuviera un generador, el gato pensó que podrían usar su ingenio para arreglarlo y el libro se ofreció a contarles qué hacer. Después de varias pruebas y mucho esfuerzo, lograron hacer funcionar el tren.

"¡Sí! ¡Lo logramos!", exclamó Emma, saltando de alegría.

Finalmente, una luz brilló frente a ellos y, al cruzar a otro vagón, regresaron al departamento de Juan. La lluvia seguía cayendo, pero no le importaba. Había aprendido que el trabajo en equipo puede resolver problemas, y que la lectura puede llevarnos a vivir grandes aventuras.

"¡Hoy fue un día increíble!", pensó Juan. Y se prometió leer un nuevo libro cada tarde para seguir descubriendo otros mundos llenos de amigos y aventuras.

Con una sonrisa en el rostro, se acurrucó en su sillón, y justo cuando pasaba por el último capítulo, un rayo iluminó su ventana. En ese momento, decidió que no importa cuán fuerte llueva afuera, siempre habría una historia esperando por él.

La lluvia se convirtió en una sinfonía suave de fondo mientras Juan continuaba explorando cada página de su nuevo libro. Así, aprendió que a veces, la mejor aventura puede comenzar en casa, con un buen libro y un poco de imaginación.

FIN.

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