Un viaje de valentía


Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Juan que siempre soñaba con viajar a la luna.

Desde que era muy chico, miraba al cielo por las noches y se quedaba maravillado con la belleza del satélite plateado. Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, les contó sobre su gran sueño de volar hasta la luna.

Todos lo miraron sorprendidos y uno de ellos le dijo: "¡Eso es imposible, Juan! La luna está muy lejos y solo los astronautas pueden llegar allí". Pero Juan no se desanimó, y decidió que haría todo lo posible para cumplir su sueño.

"¡Yo sé que puedo lograrlo si me esfuerzo mucho!", les respondió a sus amigos con determinación. Juan pasaba horas leyendo libros sobre el espacio, construyendo cohetes de cartón y observando documentales sobre astronautas. Su habitación estaba llena de estrellas brillantes pegadas en el techo y maquetas de naves espaciales.

Un día, mientras paseaba por el campo cerca del pueblo, encontró a un anciano sabio sentado bajo un árbol. El anciano notó la curiosidad en los ojos de Juan y le preguntó cuál era su mayor deseo.

"Quiero viajar a la luna", respondió Juan emocionado. El anciano sonrió y le dijo: "Escucha bien, querido Juan. Los sueños pueden parecer inalcanzables a simple vista, pero con perseverancia y valentía todo es posible".

Juan siguió el consejo del anciano sabio y comenzó a estudiar aún más duro. Se inscribió en clases de ciencias en la escuela e incluso visitó un centro espacial cercano donde pudo conocer a verdaderos astronautas. Pasaron los años y finalmente llegó el gran día.

La NASA lanzaría una competencia para seleccionar a un joven para entrenar como futuro astronauta. Juan no dudó ni un segundo en inscribirse.

Después de varias pruebas rigurosas tanto físicas como mentales, llegó el momento crucial: ¡Juan fue elegido como el próximo aspirante a astronauta!"¡Lo logré!", gritaba emocionado mientras abrazaba al anciano sabio que lo había inspirado desde pequeño.

Con mucho esfuerzo y dedicación, Juan completó su entrenamiento espacial y finalmente subió a bordo de una nave rumbo a la luna. Mientras flotaba en gravedad cero mirando por la ventana hacia ese hermoso satélite plateado, recordó todas las palabras de aliento que lo habían llevado hasta allí.

"Nunca pierdas tus sueños de vista", se repetía mentalmente mientras una lágrima de felicidad recorría su rostro.

Y así, gracias a su valentía y determinación, Juan cumplió su anhelado sueño de viajar a la luna; demostrando que cuando se tiene fe en uno mismo nada es imposible.

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