Un viaje en auto hacia la playa
Era un hermoso sábado por la mañana cuando Sofía y su animal amigo, Rocco, se despertaron emocionados. Esa mañana, su familia se iba de viaje a la playa. Sofía, con sus once años, había estado esperando este momento todo el verano. Ella y sus padres habían planeado un viaje en auto lleno de aventuras.
- ¡Mami, ¿ya falta mucho? ! - preguntó Sofía mientras subía a la camioneta, lista con su gorra y unas galletitas en la mochila.
- No, Sofía, ya estamos por salir - respondió su mamá mientras colocaba las últimas cosas en el baúl.
Sofía se acomodó en su asiento y, en cuanto el auto comenzó a rodar, grito:
- ¡Viva la playa! - Rocco movió su cola enérgicamente, como si compartiera la emoción de su dueña.
El viaje empezaba. Con el paisaje deslizándose por la ventana, Sofía veía los árboles, montañas y campos. De repente, su papá frenó con fuerza.
- ¡¿Qué pasó? ! - exclamó Sofía, mirando a su alrededor.
- Se nos pinchó una rueda - explicó su papá, tratando de mantener la calma, aunque el nerviosismo era palpable.
- ¡Oh, no! - se lamentó Sofía. - Pero, ¿qué vamos a hacer ahora?
- ¡Vamos a arreglarlo! - dijo su mamá sonriendo. - Esto nos puede tomar un ratito, pero así aprendemos a resolver imprevistos.
- Yo puedo ayudar - se ofreció Sofía, recordando lo que había aprendido en la clase de educación vial. - ¡Podemos seguir las instrucciones del manual del auto!
Su papá la miró con admiración:
- ¡Ese es el espíritu! Vamos a trabajar juntos, entonces.
Bajaron del auto y comenzaron a desarmar la rueda pinchada, siguiendo las instrucciones del manual. Después de un rato de esfuerzo, risas y un par de comentarios graciosos de Rocco, lograron cambiarla.
- ¡Lo logramos! - gritó Sofía, dándole una palmadita a Rocco, que ladraba feliz.
- Y ahora toca seguir el viaje - dijo su mamá.
Sofía se volvió a acomodar en su asiento. Esta vez, estaba más emocionada. El viaje continuó y todo fluyó con normalidad hasta que, de repente, se encontraron con un embotellamiento en la carretera.
- ¡No, otra vez! - Sofía suspiró. - Pero, ¿por qué hay tanto tráfico?
- A veces pasa - explicó su papá. - Puede ser que haya un evento o un accidente adelante. Pero no te preocupes, será solo un pequeño retraso.
- Aprovechemos para jugar, entonces. - propuso Sofía.
- Yo tengo cartas, ¿quieren jugar? - dijo su mamá, sacando un mazo de cartas del bolso. Sofía y Rocco se unieron a la diversión, y así pasaron el tiempo riendo y jugando mientras esperaban a que el tráfico se despejara.
Finalmente, después de unos 20 minutos que parecieron eternos, el tráfico comenzó a moverse nuevamente. Cuando llegaron a la playa, el sol brillaba y las olas danzaban felices.
- ¡Por fin, la playa! - exclamó Sofía mientras salía corriendo.
Rocco también estaba emocionado, corriendo a su lado. La arena era caliente y suave, y el agua azul parecía invitar a un buen chapuzón.
- Sofía, ¡espera! - gritó su papá mientras corría detrás de ella, luchando con el paraguas y las sombrillas.
Sofía se lanzó al agua y, al poco tiempo, hizo nuevos amigos que jugaban con una pelota de playa. Todos comenzaron a disfrutar de un hermoso día nadando y jugando juntos.
Al caer la tarde, cansados y felices, se sentaron en la playa para ver la puesta de sol.
- Este viaje tuvo sus sorpresas - dijo su madre.
- Pero gracias a que trabajamos en equipo, pudimos disfrutar un montón - agregó Sofía.
- ¡Si, y Rocco también ayudó! - rió su papá, acariciando la cabeza del perro. - Lo importante es que, a veces, los inconvenientes pueden transformarse en momentos divertidos.
- ¡Sí! - dijo Sofía mirando las olas, agradecida por todas las aventuras vividas. - Esta playa va a ser mi nueva favorita.
Esa noche, cuando volvieron a casa, Sofía aprendió que incluso los problemas pueden ser parte de la aventura, y que juntos, siempre podían encontrar la solución.
Esa fue una aventura que jamás olvidará.
FIN.