Un viaje hacia la obediencia
Había una vez, en un hermoso bosque encantado, una ratita muy presumida llamada Rosita. Aunque era pequeña, tenía el pelaje más suave y brillante de todas las ratitas del lugar.
Pero lo que realmente destacaba de ella era su vanidad y su desobediencia. Rosita siempre se negaba a hacer caso a su mamá cuando le pedía que no se alejara demasiado del hogar. Un día, mientras jugaba cerca del río, escuchó un aullido aterrador.
Era el lobo feroz que acechaba por los alrededores. Asustada, Rosita corrió hacia su madriguera para contarle lo ocurrido a su mamá.
Sin embargo, en lugar de escuchar sus consejos sabios y quedarse resguardada en casa como debería haber hecho, decidió huir con su madre para escapar del lobo. Ambas ratitas emprendieron un viaje lleno de aventuras por el bosque oscuro y desconocido.
Mientras caminaban apresuradamente entre los árboles altos y frondosos, la mamá de Rosita intentó explicarle cuán importante era obedecer las reglas y prestar atención a los peligros que existían afuera. "Rosita querida", dijo la mamá ratona con voz preocupada.
"Entiendo que quieras explorar el mundo fuera de nuestra madriguera, pero debes entender que hay criaturas peligrosas rondando por aquí". Pero Rosita solo respondió con una risa burlona y siguió adelante sin prestar atención a las palabras sabias de su madre. Mientras tanto, el lobo seguía acechándolas de cerca, esperando el momento oportuno para atacar.
Pero la mamá ratona tenía un plan en mente. Decidió llevar a Rosita a una cueva oculta en lo más profundo del bosque, donde estarían a salvo.
Cuando llegaron a la cueva, la mamá ratona le explicó que debían esperar allí hasta que el lobo se alejara y fuera seguro regresar a casa. Sin embargo, Rosita estaba aburrida y desesperada por salir de aquel lugar oscuro y solitario. "Mamá, no quiero quedarme aquí encerrada", dijo Rosita con voz llorosa.
"Quiero volver a casa y jugar". La mamá ratona intentó razonar con su hija una vez más. Le recordó cuánto la amaba y cuán importante era su seguridad. "Mi querida Rosita", suspiró la mamá ratona.
"Te amo más que nada en este mundo, pero necesitas entender que tus acciones tienen consecuencias. Si no hubieras huido del lobo desobedeciendo mis advertencias, no estaríamos aquí atrapadas ahora".
Rosita finalmente comprendió las palabras de su madre y se disculpó sinceramente por haber sido tan terca y desobediente. "Lo siento mucho, mamá", dijo Rosita mientras abrazaba a su madre con cariño. "Entiendo ahora lo importante que es escucharte y confiar en ti".
Ambas ratitas esperaron pacientemente en la cueva hasta que finalmente el lobo se fue del bosque. Entonces regresaron seguras a su madriguera. A partir de ese día, Rosita aprendió una valiosa lección: la importancia de obedecer a sus padres y prestar atención a los consejos sabios.
A medida que crecía, se convirtió en una ratita más responsable y prudente. Y así, Rosita vivió felizmente junto a su mamá, siempre recordando que la vanidad y la desobediencia no llevan a nada bueno.
FIN.