Un viaje intergaláctico hacia la conservación
Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo en la provincia de Buenos Aires. Tomás siempre había soñado con ver un ovni, le fascinaba el espacio y las estrellas.
Un día, mientras caminaba por el campo cerca de su casa, Tomás vio algo brillante en el cielo. ¡Era un ovni! Estaba emocionado y comenzó a correr hacia él.
Pero cuando llegó al lugar donde había aterrizado, no encontró nada más que una pequeña criatura extraterrestre. El extraterrestre era verde y tenía grandes ojos negros. Tenía miedo y estaba perdido, ya que su nave espacial se había estropeado. El niño se acercó lentamente al extraterrestre y le ofreció su ayuda.
"Hola amiguito, ¿estás bien?"- preguntó Tomás con curiosidad. El extraterrestre asintió con la cabeza y dijo: "Mi nombre es Kibo. Gracias por ayudarme.
"Tomás decidió llevar a Kibo a su casa para protegerlo hasta que pudiera encontrar una manera de arreglar su nave espacial. Durante ese tiempo, los dos se hicieron amigos inseparables. Mientras pasaban los días juntos, Kibo enseñaba a Tomás cosas increíbles sobre el universo: cómo funcionan las estrellas, los planetas y las galaxias.
También compartió historias sobre su planeta natal y todas las aventuras que había tenido antes de llegar a la Tierra. Pero lo más importante fue que Kibo enseñó a Tomás sobre la importancia del respeto por el medio ambiente.
Le mostró cómo cuidar la naturaleza y cómo reciclar para proteger el planeta. Tomás estaba muy impresionado y decidió convertirse en un defensor de la Tierra. Un día, mientras jugaban en el jardín, Tomás tuvo una idea brillante.
Recordó que su tío tenía una tienda de repuestos de automóviles cerca del pueblo y pensó que tal vez podrían encontrar algo allí para arreglar la nave espacial de Kibo.
Tomás y Kibo se dirigieron a la tienda y explicaron su situación al tío. El tío era un hombre amable y comprensivo, así que decidió ayudarlos. Juntos buscaron entre los repuestos hasta que encontraron lo necesario para reparar la nave espacial.
Con las piezas en sus manos, Tomás y Kibo regresaron al campo donde había aterrizado el ovni. Trabajaron duro durante todo el día para arreglarlo. Finalmente, cuando terminaron, el ovni comenzó a levantarse lentamente en el aire.
"¡Lo logramos! ¡La nave está funcionando!"- exclamó Tomás emocionado. Kibo le dio un abrazo a su amigo humano y dijo: "Gracias por todo, Tomás. Nunca olvidaré nuestra amistad".
Después de despedirse con tristeza pero también alegría por haber compartido tantas aventuras juntos, Kibo subió a su nave espacial y desapareció entre las estrellas. Desde ese día en adelante, Tomás nunca dejó de mirar al cielo nocturno con asombro.
Sabía que aunque no todos los días vería un ovni o conocería a un extraterrestre, siempre tendría la amistad y los recuerdos de su ovni favorito, Kibo. Y así, Tomás se convirtió en un defensor del medio ambiente y compartió las enseñanzas de Kibo con todos sus amigos y vecinos.
Juntos, trabajaron para cuidar el planeta Tierra y hacer del mundo un lugar mejor para todos. El fin.
FIN.