Un viaje mágico para salvar un mundo sin color
Había una vez, en un hermoso castillo rodeado de prados verdes y flores multicolores, un perro muy especial.
Este perro no era como los demás, ¡era un perro de arcoiris! Su pelaje brillaba con todos los colores del espectro y su cola dejaba destellos mágicos a su paso. El perro de arcoiris se llamaba Rayito y vivía felizmente en el castillo junto al rey Pedro y la reina María.
Ellos lo habían encontrado cuando era solo un cachorrito abandonado en el bosque y decidieron adoptarlo. Desde ese momento, Rayito se convirtió en el consentido de todos.
Un día soleado, mientras paseaban por los jardines del castillo, Rayito descubrió algo emocionante: ¡un portal mágico! Curioso como era, decidió aventurarse a través de él sin pensarlo dos veces. Al otro lado del portal, Rayito llegó a un mundo totalmente diferente. Era un lugar oscuro y triste donde las flores estaban marchitas y los árboles parecían llorar hojas secas.
Encontró a unos animalitos que tampoco tenían colores brillantes como él; eran grises y apagados. Rayito se acercó a ellos con una sonrisa amigable y les preguntó qué les pasaba.
Los animalitos le contaron que habían perdido la alegría porque alguien había robado todos los colores del mundo. Sin perder tiempo, Rayito decidió ayudarles a recuperar la magia perdida. Juntos, emprendieron una búsqueda por todo aquel mundo sombrío para encontrar al ladrón de colores.
Siguiendo pistas y superando obstáculos, Rayito demostró ser valiente y perseverante. En el camino, hizo nuevos amigos que se unieron a su causa. Finalmente, encontraron al ladrón escondido en una cueva oscura.
Era un búho malvado que había robado los colores para sentirse poderoso. Rayito se acercó con ternura y le explicó que la verdadera magia estaba en compartir y alegrar la vida de los demás. El búho comprendió su error y devolvió todos los colores robados.
El mundo volvió a llenarse de vida y alegría mientras las flores recuperaban sus tonos vivos y brillantes. Rayito regresó al castillo junto a sus nuevos amigos, quienes ahora eran igualmente coloridos gracias a la magia del perro arcoiris.
Los animales del castillo recibieron con gran felicidad a Rayito y celebraron su valentía.
A partir de ese día, el castillo se convirtió en un lugar mágico donde todos aprendieron a valorar la diversidad y la importancia de compartir lo mejor de cada uno. Rayito se convirtió en el guardián de la alegría del reino, llevando sonrisas por doquier junto a sus fieles amigos.
Y así termina nuestra historia, recordándonos que no importa cómo seamos por fuera o por dentro, lo importante es siempre llevar amor y alegría en nuestros corazones para iluminar el mundo como lo hacía el perro arcoiris llamado Rayito.
FIN.