Un viaje mágico por Ecuador
Érase una vez un pequeño pueblo en Ecuador donde vivían tres amigos: Lucho, un niño de la costa; Ana, una niña de la sierra; y Titi, una aventurera de la Amazonía. Aunque pertenecían a diferentes regiones, compartían un sueño: descubrir las maravillas culturales de su país. Un día, mientras jugaban en el parque, Lucho propuso algo emocionante.
"¡Chicos! ¿Qué les parece si viajamos a otros lugares de Ecuador y conocemos más de nuestras costumbres?"
"¡Sí! Pero ¿cómo lo haremos?" preguntó Ana con curiosidad.
"¡Podemos construir una nave mágica!" exclamó Titi emocionada.
Los amigos se pusieron manos a la obra, recolectando materiales del pueblo. Juntaron hojas secas, ramas, y colores vibrantes de las culturas que traían en su corazón.
Después de un largo día de trabajo, la nave estaba lista. Era brillante y colorida, como las costumbres de cada región. Al subir a la nave, un brillo mágico los envolvió, y de repente, se encontraron volando sobre las montañas de la sierra.
"¡Miren! ¡Las montañas!" gritó Ana.
Los amigos se deslizaron suavemente hacia el pueblo de los chochos, donde conocieron a doña Rosa, una anciana que tejía hermosos manteles con hilos de alpaca.
"Hola, niños. ¿De dónde vienen?"
"Venimos de la costa, la sierra y la Amazonía para aprender sobre nuestras culturas" dijeron juntos.
Doña Rosa les enseñó a tejer y a contar historias ancestrales sobre la vida en la sierra. Pero el viaje no se detuvo ahí. ¡Era hora de volar hacia la costa!
Al llegar a la costa, se encontraron con un grupo de pescadores. Uno de ellos, el amigo Kike, les enseñó a bailar la bomba del chota mientras escuchaban el sonido del mar.
"¡Esto es increíble!" gritó Lucho mientras bailaba.
"¡Y qué rico el ceviche!" añadió Titi.
Sin embargo, el tiempo corría, y faltaba una región por explorar. Juntos, decidieron que su siguiente destino sería la Amazonía.
Al llegar, se encontraron rodeados de árboles gigantes y ríos encantados. Una niña llamada Iri les dio la bienvenida.
"¡Hola! Soy Iri. ¿Qué hacen aquí?"
"Vinimos a conocer más sobre las historias de nuestra tierra" contestó Ana.
Iri les mostró su hogar y les habló sobre la importancia de cuidar la flora y fauna de la selva. Juntos, plantaron un árbol y prometieron cuidarlo como símbolo de su amistad.
Al final de su aventura, decidieron regresar a su pueblo.
"¡Este viaje fue asombroso!" exclamó Lucho.
"Aprendí tanto sobre mi cultura, como también sobre las de ustedes" añadió Ana.
"Y lo mejor es que juntos somos más fuertes y podemos cuidar sabiamente de nuestro Ecuador"
Cada uno de los amigos regresó a su hogar lleno de historias y sabiduría de las distintas culturas de su país.
Desde aquel día, Lucho, Ana y Titi continuaron explorando y compartiendo sus aventuras, recordando siempre lo importante que es valorar y celebrar la diversidad de sus orígenes.
Y así, el pequeño pueblo de Ecuador lucía más brillante, porque sus habitantes aprendieron a respetar y valorar su rica diversidad cultural. El viaje mágico no solo les enseñó sobre sus identidades, sino que también consolidó su amistad para siempre. ¡Y colorín colorado, este viaje ha terminado!
FIN.