Un Viaje por el Mundo
Era un lindo día de primavera en Buenos Aires cuando Lola, una niña de diez años, decidió que era hora de emprender una aventura. Tenía una pequeña ratoncita llamada Rati que siempre la acompañaba. Rati era espabilada, curiosa y un poco traviesa, y juntos habían soñado muchas veces con conocer el mundo más allá de su casa.
"¿Te imaginas todo lo que hay ahí afuera, Rati?", dijo Lola mientras acariciaba el suave pelaje de su amiga.
"¡Sí! ¡Quiero ver danzando a los canguros en Australia y probar un croissant en Francia!", respondió Rati con entusiasmo.
Un día, Lola decidió que no podían esperar más. Así que preparó unas mochilas con suficientes galletitas y algunos quesitos para su pequeña ratona, y sin pensarlo dos veces, salieron de casa en busca de aventuras.
Primero tomaron un tren hacia el norte. Durante el viaje, conocieron a un hombre mayor que les contó sobre su vida viajera.
"He visto las pirámides de Egipto y caminado por el desierto", les contó el anciano, emocionado.
"¿Egipto? ”, preguntó Lola. “¿Cómo son las pirámides?"
"Son enormes y misteriosas, llenas de historia. Me encantaría que lo vean algún día", dijo el hombre con una sonrisa nostálgica.
Inspiradas por sus relatos, decidieron que el siguiente destino sería Egipto. Se despidieron del anciano y se pusieron en camino. Después de muchas aventuras y montones de risas, lograron llegar al desierto egipcio y quedaron maravilladas por las pirámides.
"¡Mirá Rati!", exclamó Lola con asombro. "¡Son aún más grandes de lo que imaginaba!"
"Y tienen forma de triángulo, ¡espectacular!", respondió Rati, echando una ojeada dimintus que fue ganando más confianza.
Después de explorar las magníficas estructuras, se encontraron con un grupo de niños locales que jugaban con una pelota.
"¡Hola!", dijeron los niños, mirándolos con curiosidad.
"¡Hola! Somos de Argentina. Vimos las pirámides y no pudimos resistir venir a jugar", les contestó Lola, sonriendo.
Los chicos les enseñaron un juego muy divertido llamado “el juego del pañuelo”, y todo el grupo se divirtió durante horas bajo el sol.
En medio de risas y juego, Lola y Rati entendieron que aunque eran de lugares distintos, compartían la misma alegría al jugar y ser amigos. Esa tarde, se despidieron con promesas de volver a verse en el futuro.
Luego continuaron su viaje, esta vez viajaron hacia Francia. Allí, Rati probó su primer croissant y casi se desmaya de lo rico que estaba.
"¡Esto es una delicia, Lola! ¡Quiero aprender a hacerlos!", dijo Rati mientras lamía sus patitas.
"¡Por qué no hacemos un curso de pastelería!", propuso Lola, ilusionada por la idea. Así que se inscribieron en un taller de pastelería donde hicieron croissants con un chef francés lleno de energía.
Rati, con su pequeño delantal, estaba categóricamente concentrada.
"¡Esto es mágico!", gritó Rati mientras sacaba la masa de la nevera.
Terminieron el curso con unos croissants perfectos. Regresaron a su hotel felices, con un montón de recetas y nuevos amigos.
Con el tiempo, visitaron otros lugares increíbles, desde el Taj Mahal en India hasta la Gran Muralla de China, dejando en cada parada un pedacito de su alegría. Sin embargo, no todo fue fácil. En un momento, se perdieron en una ciudad enorme.
"¿Qué vamos a hacer, Rati?", le preguntó Lola con un nudo en la garganta.
"No te preocupes, Lola. Siempre que estemos juntas, encontraremos el camino", le respondió su valiente ratoncita.
Empezaron a preguntar a las personas que pasaban. Con cada respuesta, su confianza crecía, y finalmente una amable señora las llevó a la estación de tren.
"Gracias, señora. No podríamos haberlo hecho sin su ayuda", le dijeron juntas.
Con cada nueva aventura, Lola y Rati aprendían sobre la importancia de la amistad, la valentía y pedir ayuda cuando lo necesitaban.
Finalmente, después de meses de exploraciones, decidieron que era hora de regresar a casa. Regresaron a Buenos Aires con el corazón lleno de recuerdos y una maleta repleta de historias.
"¿Y ahora?", preguntó Rati emocionada.
"Ahora, ¡contaremos nuestras historias y haremos una fiesta de croissants para todos nuestros amigos!", respondió Lola con una gran sonrisa.
Y así, Lola y Rati aprendieron que el mundo está lleno de posibilidades, amistad y que siempre hay algo nuevo por descubrir. Juntas, podían superar cualquier obstáculo y disfrutar de cada momento, ya sea jugando en el desierto o haciendo pasteles en una cocina.
Y con eso, emprendieron el viaje de regreso, listas para compartir todas las lecciones aprendidas y quizás, inyectar en su vida diaria un poco más de aventura.
"La vida es como un viaje, siempre hay algo nuevo por descubrir", dijo Rati.
Con una gran sonrisa, Lola concordó, mientras sus corazones se llenaban de gratitud por todas las experiencias vividas, listas para seguir explorando juntas.
FIN.