Un Vínculo Inquebrantable
Era un hermoso día de primavera en un pequeño barrio de Buenos Aires. Los árboles estaban llenos de flores y el cielo brillaba con un azul intenso. En una de las casas, vivía Tommy, un perrito de apenas 7 meses que pasaba las tardes jugueteando en su jardín. Pero había algo que le faltaba, una chispa, un amigo con quien compartir su alegría.
Un día, mientras Tommy corría detrás de una mariposa, algo llamó su atención. Era una niña, Pilar, con un hermoso vestido y una sonrisa radiante. La niña se acercó despacito, como si no quisiera asustar al pequeño.
"Hola, perrito. ¿Te gustaría jugar conmigo?" -dijo Pilar con voz suave.
Tommy, emocionado, movió su cola rápidamente.
"¡Sí! ¡Me encantaría!" -respondió él, aunque solo ladró felizmente.
Aquel día marcaría el comienzo de una extraordinaria amistad. Desde entonces, Pilar y Tommy no se separaron. Cada tarde, se encontraban en el jardín para jugar a buscar la pelota, dar paseos por el barrio o simplemente disfrutar del sol juntos. Se conocían tan bien que a veces parecían hablar en un idioma secreto solo ellos entendían.
Una tarde, mientras jugaban a esconderse, Tommy decidió hacer una travesura.
"¡Pilar, ven a buscarme!" -ladró, mientras se escondía detrás de un arbusto.
Pilar lo buscó por doquier, llamándolo.
"¿Tommy, ¿dónde estás? ¡Te necesito!" -decía riendo mientras se asomaba detrás de cada árbol.
Justo cuando estaba a punto de rendirse, vio algo moverse en el arbusto. Era Tommy, que salió de su escondite, haciendo saltos.
"¡Aquí estoy! ¿Viste qué rápido fui?" -dijo con sus pequeños saltitos.
Pilar, riendo, lo abrazó.
"Eres el mejor amigo del mundo, Tommy. ¡Nunca quiero que esto se acabe!"
Pasaron dos años llenos de aventuras. Sin embargo, un día, todo cambió. Una familia nueva se mudó al barrio y trajo consigo una perra muy juguetona llamada Lili. Lili adoraba correr y jugar, y pronto comenzó a captar la atención de todos los niños del vecindario.
Pilar, sin darse cuenta, comenzó a pasar más tiempo con Lili y a menos con Tommy. Este cambio dejó a Tommy muy triste.
"¿Pilar, por qué no jugamos juntos como antes?" -preguntó una tarde, moviendo su cola tímidamente.
"Es que Lili es muy divertida, Tommy. ¡Ven, juguemos todos juntos!" -respondió ella.
Pero esta situación no mejoraba. Tommy, preocupado, pensó que quizás Pilar ya no lo quería tanto. Esa noche, mientras la luna brillaba en el cielo, decidió hacer algo especial. Quería recordarle a su amiga lo que significaba su amistad.
El siguiente día, Tommy se despertó muy temprano, y con mucho esfuerzo, reunió todas las pelotas que tenían, las juguetes y alguna de las flores del jardín. Las llevó al centro del jardín y creó un pequeño altar de colores.
Pilar, al verlo, se sorprendió.
"¡Tommy! ¿Qué hiciste?" -exclamó.
"Quería que recordaras los momentos únicos que hemos compartido, esos en los que solo éramos tú y yo. ¡Eres mi mejor amiga!" -dijo Tommy, moviendo su cola emocionado.
Pilar se sintió muy conmovida. Se dio cuenta de cuánto había extrañado a Tommy, de cuánta falta le hacía ese tiempo juntos.
"¡Tienes razón! ¡Debemos jugar más juntos!" -dijo Pilar, abrazando a Tommy.
Desde ese día, Pilar decidió organizar un día especial solo para ellos. Dos jueves al mes, la niña y el perrito tendrían su tiempo exclusivo para jugar, recordar y construir más memorias.
"¡Prometamos que siempre seremos los mejores amigos!" -dijo Pilar levantando su mano.
"¡Prometido! ¡Siempre en nuestros corazones!" -ladró Tommy, ruidoso de emoción.
Y así, Pilar y Tommy entendieron que a pesar de las nuevas amistades, siempre había espacio para el amor que se tenían el uno al otro. Continuaron viviendo aventuras y descubrieron que el verdadero poder de la amistad radica en saber valorar a quienes amamos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.