Una Amistad en Buenos Aires



Era un lindo día en Buenos Aires. El sol brillaba y los pájaros cantaban. Matías, un nene de siete años, salió a jugar al parque. Hoy era un día especial porque había muchas cosas interesantes por descubrir.

Mientras Matías estaba en el parque, vio a una nena jugando sola. Tenía el cabello rizado y una gran sonrisa. Matías decidió acercarse.

"Hola, ¿cómo te llamás?" - preguntó Matías, curioso.

"Hola, soy Lucía. ¿Y vos?" - respondió la nena.

"Yo soy Matías. ¿Cuántos años tenés?" - siguió Matías.

"Tengo siete años, como vos. ¿Dónde vivís?" - dijo Lucía.

"Vivo en Buenos Aires, cerca de aquí. ¿Y vos?" - contestó Matías emocionado.

"Yo también vivo en Buenos Aires. Me encanta jugar en el parque y montar en bicicleta. ¿Te gusta montar en bicicleta?" - preguntó Lucía, moviendo su cabeza con entusiasmo.

Matías asintió.

"¡Sí! Me gusta mucho. Pero a veces me da miedo caerme."

"No te preocupes, todos se caen a veces. ¡Es parte de aprender! Y si caemos, nos levantamos juntos, ¿no?" - dijo Lucía, sonriendo.

Matías pensó en las palabras de Lucía. Juntos, decidieron montar en bicicleta en el parque. Al principio, Matías estaba un poco nervioso. Pero Lucía lo animó.

"¡Vamos, Matías! No tengas miedo. Yo estoy contigo. ¡Pedaleá!" - gritó Lucía mientras pedaleaba rápido.

Matías empezó a pedalear. Primero despacio, pero luego con más confianza. ¡Estaba volando! De repente, un perrito apareció corriendo y Matías se asustó. Su bicicleta se fue hacia un lado y Matías cayó al suelo.

Lucía se detuvo rápidamente y corrió hacia él.

"¡Matías! ¿Estás bien?" - preguntó preocupada.

"Sí, un poco. Me asusté."

Lucía le extendió una mano.

"¡Vamos! Te ayudo a levantarte. Todos nos caemos a veces, pero siempre hay que levantarse. ¡Mira, yo también me caí una vez!" - dijo Lucía enseñándole una cicatriz en su rodilla.

Matías sonrió y tomó la mano de Lucía. Se levantó y los dos se rieron.

"Gracias, Lucía. Eres una buena amiga."

"¡De nada! Ahora, vamos a dar otra vuelta. ¡No te rindas!" - animó Lucía.

Matías se sintió más seguro. Juntos, empezaron a pedalear nuevamente. Esta vez, Matías se sintió fuerte y valiente. El sol brillaba, el viento soplaba en sus rostros, y la ciudad de Buenos Aires se sentía mágica.

Después de jugar, se sentaron en la sombra de un árbol.

"¿Qué más te gusta hacer?" - preguntó Matías.

"Me gusta pintar y dibujar. También me encanta los helados. ¿Y a vos?" - respondió Lucía.

"A mí me gusta jugar al fútbol y construir cosas con bloques. Y también los helados son riquísimos. ¡Vamos a comprar uno!" - dijo Matías emocionado.

Los dos amigos fueron a una heladería cercana. Matías eligió helado de chocolate y Lucía de frutilla.

"¡Que rico!" - exclamó Matías mientras disfrutaba de su helado.

"Sí, ¡me encanta!" - respondió Lucía.

Mientras comían su helado, Matías y Lucía se dieron cuenta de que, aunque eran diferentes, sus gustos eran igualmente divertidos. Se prometieron que se verían todos los días en el parque. Así, su amistad se hizo más fuerte.

Y así, Matías y Lucía aprendieron que compartir, reír y ayudarse mutuamente son las mejores cosas que se pueden hacer con un amigo.

FIN.

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