Una amistad en el jardín


Había una vez en un hermoso jardín, una pequeña flor llamada Florcita. Ella era muy bonita y siempre estaba rodeada de otros colores y aromas maravillosos. Pero había algo que la hacía sentir triste: se sentía sola.

Un día, mientras Florcita disfrutaba del sol y el viento acariciando sus pétalos, apareció Gusano. Era un gusano muy curioso y divertido, pero también algo travieso. Al ver a Florcita, decidió acercarse para saludarla.

"¡Hola, Florcita! ¿Cómo estás hoy?" -dijo Gusano con entusiasmo. Florcita miró a Gusano con desconfianza y respondió fríamente: "No quiero hablar contigo". Gusano se sintió triste por la reacción de Florcita pero decidió no rendirse tan fácilmente.

Sabía que ella necesitaba un amigo y estaba dispuesto a serlo. Los días pasaron y Gusano seguía intentando hacer amistad con Florcita. Le llevaba regalitos como hojas frescas o pequeñas piedras brillantes que encontraba en su camino.

Sin embargo, cada vez que él se acercaba, ella lo rechazaba sin darle ninguna oportunidad. Un día de lluvia intensa, el jardín quedó completamente mojado y embarrado.

Mientras todos los demás seres del jardín buscaban refugio bajo las hojas grandes o en las ramas altas de los árboles, Florcita se encontraba empapada e indefensa sobre el suelo húmedo. Gusano vio la situación de Florcita y decidió ayudarla.

Se arrastró rápidamente hasta ella y le dijo: "Florcita, te ayudaré a levantarte del suelo para que no te mojes más". Florcita, aunque aún desconfiada, aceptó la ayuda de Gusano. Él se enroscó alrededor de su tallo y juntos lograron ponerse en un lugar seguro. "Gracias, Gusano.

No pensé que me ibas a ayudar", dijo Florcita con gratitud. Gusano sonrió y contestó: "Yo siempre estuve aquí para ti, aunque no lo hayas notado. Quiero ser tu amigo".

Esa experiencia hizo que Florcita comprendiera el verdadero valor de la amistad y se dio cuenta de lo egoísta que había sido al rechazar a Gusano todo ese tiempo. Desde aquel día, Florcita y Gusano se volvieron inseparables. Juntos exploraban el jardín, compartían historias e incluso jugaban carreras por los caminos llenos de flores.

La amistad entre ellos creció cada día más fuerte y todos los demás seres del jardín admiraban la hermosa relación que habían construido. Así aprendieron una valiosa lección: nunca debemos juzgar a alguien sin conocerlo primero.

Todos merecen una oportunidad para demostrar quiénes son realmente. Y así fue como Florcita y Gusano vivieron felices para siempre en aquel maravilloso jardín lleno de amor y amistad.

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