Una amistad en la selva africana



Había una vez en la selva africana un león llamado Leopoldo, que era conocido por ser el rey de la sabana y por ser muy dormilón.

Le encantaba echarse largas siestas bajo la sombra de los árboles, disfrutando del canto de los pájaros y del murmullo del río cercano. Una tarde soleada, mientras Leopoldo dormía plácidamente, un grupo de ratoncillos traviesos se acercó a jugar cerca de él.

Los pequeños roedores correteaban entre las patas del león, riendo y jugando al escondite. Uno de ellos, llamado Renato, decidió esconderse en la melena espesa y dorada de Leopoldo.

Al sentir algo moviéndose en su melena, el león despertó sobresaltado y con un rugido atrapó a Renato con sus garras afiladas. El ratoncillo temblaba de miedo ante la imponente presencia del rey de la selva. - ¿Quién osa a despertarme? -gruñó Leopoldo con voz grave.

Renato temblando respondió: - ¡No me comas! ¡Solo estaba jugando al escondite! El león frunció el ceño, observando al ratoncillo asustado frente a él. En lugar de devorarlo como era su instinto natural, decidió escuchar lo que tenía para decirle. - ¿Jugando al escondite dices? -preguntó Leopoldo con curiosidad.

Renato asintió rápidamente: - Sí, señor león. Somos unos ratoncillos traviesos que nos gusta jugar y divertirnos en la selva.

Leopoldo reflexionó por un momento y luego soltó a Renato diciendo: - Está bien pequeño amigo, pero ten cuidado la próxima vez que te metas donde no debes. La selva puede ser peligrosa para alguien tan chiquito como tú. Renato asintió agradecido: - Gracias señor león, prometo tener más cuidado a partir de ahora.

Desde ese día, Leopoldo permitió que los ratoncillos jugaran cerca de él siempre y cuando respetaran su descanso. Los pequeños roedores aprendieron a no meterse en problemas evitando las zarpas afiladas del rey de la selva.

Así fue como una situación inesperada llevó a una amistad improbable entre un león dormilón y unos ratoncillos traviesos en la majestuosa selva africana. Y aunque eran diferentes en tamaño y fuerza, aprendieron a convivir juntos gracias al respeto mutuo y a la comprensión.

FIN.

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