Una amistad especial



Había una vez un pequeño árbol llamado Verde que vivía en el bosque junto a sus amigos. A diferencia de los demás árboles, Verde tenía algo especial: era capaz de realizar la fotosíntesis de una manera muy particular.

Un día, mientras todos los arbolitos estaban jugando y disfrutando del sol, llegó un nuevo amigo llamado Solito. Solito era un niño TEA (Trastorno del Espectro Autista) y le costaba mucho entender cómo funcionaba la fotosíntesis.

Verde se acercó a Solito y le preguntó si quería aprender sobre esa maravillosa habilidad que tenía para obtener energía del sol. Solito, con su curiosidad infinita, aceptó emocionado.

"Verde, ¿cómo haces para obtener energía del sol?" -preguntó Solito con ansias de aprender. El arbolito Verde sonrió y comenzó a explicarle:"Mira, Solito, yo tengo unas hojas muy especiales llamadas clorofila. Estas hojas me ayudan a capturar la luz del sol". Solito asintió con interés mientras observaba las hojitas verdes de Verde.

"Cuando el sol brilla fuerte sobre mí", continuó Verde, "las hojas absorben esa luz y la convierten en energía".

Solito levantó su mano y preguntó:"¿Y qué pasa después?"Verde le respondió con entusiasmo:"Después, esa energía se utiliza para hacer crecer mis ramas y mis raíces más fuertes. También me ayuda a producir oxígeno para que tú puedas respirar".

Solito quedó sorprendido y con una sonrisa en su rostro le dijo:"¡Wow, Verde! ¡Eres un árbol muy especial! Me encanta saber que tú también ayudas a cuidar el medio ambiente". Verde se sintió feliz al escuchar esas palabras y decidió llevar a Solito en un paseo por el bosque para mostrarle cómo todos los árboles realizaban la fotosíntesis.

Mientras caminaban, Verde señalaba diferentes tipos de árboles y les explicaba a Solito cómo cada uno tenía sus propias hojas y formas de capturar la luz del sol.

Juntos, observaban las maravillas de la naturaleza y aprendían sobre la importancia de los árboles para el equilibrio del planeta. Pero entonces, algo inesperado ocurrió. Un fuerte viento sopló y arrancó todas las hojas de Verde.

"Oh no", exclamó Solito preocupado, "¿qué pasará ahora?"Verde miró hacia abajo triste pero luego levantó su cabeza con determinación:"No te preocupes, Solito. Aunque haya perdido mis hojas, aún puedo seguir realizando la fotosíntesis cuando vuelvan a crecer". Solito sonrió al ver la valentía de su amigo arbolito y juntos siguieron explorando el bosque.

Pasaron los días y las hojas de Verde comenzaron a crecer nuevamente. Pero esta vez eran más fuertes y más verdes que nunca antes.

Un día soleado, mientras Solito estaba sentado junto a Verde disfrutando del paisaje, miró hacia él con admiración:"Verde, gracias por enseñarme sobre la fotosíntesis. Ahora entiendo lo importante que es para ti y para todos los árboles. Eres un arbolito muy especial y valiente". Verde sonrió y abrazó a Solito:"Gracias, Solito.

Tú también eres muy especial y valiente. Me alegra haber podido enseñarte algo nuevo". Desde ese día, Verde y Solito se volvieron inseparables.

Juntos exploraban el bosque, cuidaban de la naturaleza y compartían su amor por la fotosíntesis con todos los demás niños del pueblo. Y así, gracias a su amistad y aprendizaje mutuo, Verde y Solito demostraron que todos somos capaces de aprender cosas nuevas, sin importar nuestras diferencias.

FIN.

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