Una Amistad Improvisada
Érase una vez, en la vasta selva de Argentina, un león llamado Lucho, conocido por su melena dorada y su rugido fuerte. Lucho era un rey en su reino, pero había algo que le molestaba todos los días: un oso llamado Juan. Juan era un oso curioso y juguetón, pero también un poco travieso. Le encantaba hacer travesuras y, a menudo, interrumpía la paz de Lucho.
Una mañana soleada, mientras Lucho se estaba echando una siesta bajo su árbol favorito, Juan decidió que era el momento perfecto para hacer una de sus bromas. Se acercó sigilosamente y le susurró:
"¡Buuuu!"
Lucho se despertó de un salto, con los ojos bien abiertos.
"¿Qué te pasa, Juan? No puedes seguir molestándome así cada día. Quiero descansar en paz."
El oso soltó una carcajada.
"Pero si es tan divertido, Lucho. ¡Vamos, solo un poquito más!"
Lucho, aunque intentaba ser amable, sentía que su paciencia se estaba agotando. A lo largo de las semanas, Juan había hecho muchas travesuras. Desde caminar sobre su cola mientras Lucho napaba, hasta esconderle su comida. Así que un día, Lucho decidió que ya era suficiente.
"Juan, necesito que me escuches. Ya no puedo seguir así. Tengo derecho a descansar y disfrutar de la paz. No quiero pelear, pero tampoco puedo quedarme callado más tiempo."
El oso se sintió un poco confuso.
"¿De verdad te molesta tanto lo que hago?"
Lucho asintió con la cabeza.
"Sí, pero no solo eso. Me gustaría que fuéramos amigos, en lugar de ser enemigos. Yo también quiero divertirme y hacer cosas juntos, pero de una manera diferente."
Juan se sintió apenado.
"No sabía que te molestaba tanto, Lucho. Solo quería jugar. ¿Qué te gustaría hacer para divertirnos sin molestarte?"
Lucho contempló la propuesta.
"Podríamos explorar el río juntos, o hacer una carrera hasta la montaña. Me encanta la aventura y me gustaría compartir esa alegría contigo."
Juan se iluminó.
"¡Eso suena genial! ¿Por qué no lo intentamos hoy?"
Y así fue como Lucho y Juan comenzaron su jornada de aventura juntos. Se metieron al río, donde jugaron a chapotear y bucear en busca de peces. Se desafiaron a una carrera corriendo cuesta arriba, y aunque Lucho era más rápido, Juan lo alentaba con risas. En ese momento, Lucho se dio cuenta de que, aunque Juan era un poco travieso, también era un buen amigo cuando se lo proponía.
Después de un día lleno de diversión, Lucho y Juan se sentaron a descansar bajo un árbol.
"¿Ves? Divertirse no significa molestar a los demás. Podemos disfrutar de la compañía del otro sin incomodidades."
Juan sonrió contento.
"Tienes razón, amigo. Prometo usar mis travesuras solo de vez en cuando, y solo si sé que no te voy a molestar."
Desde ese día, Lucho y Juan se convirtieron en los mejores amigos de la selva, viviendo aventuras juntos y respetando los deseos del otro. Los demás animales los miraban con admiración, y Lucho ya no necesitaba temer el rugido travieso de su amigo. Aprendieron que la amistad puede surgir incluso en los momentos más inesperados, siempre que estén dispuestos a escucharse y a encontrar un terreno común.
Y así, entre risas y juegos, el león Lucho y el oso Juan demostraron que la verdadera amistad se basa en el respeto y la comprensión mutua, llenando su selva de alegría y buenos momentos.
Fin.
FIN.