Una amistad inesperada


En un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza vivía una niña llamada Mia. Mia era una niña muy valiente en todo aspecto, excepto por un detalle: le tenía un miedo terrible a los animales.

No importaba si era un perro, gato, pájaro o incluso una mariposa, Mia se ponía tan nerviosa que empezaba a temblar y a llorar.

Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo con su mamá, vio a lo lejos a un grupo de niños jugando con unos cachorros de labrador. Los ojos de Mia se abrieron como platos y sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

Se agarró fuertemente de la mano de su mamá y dijo en voz baja:- Mamá, no me gustan los perros. Tienen dientes afilados y me dan miedo. Su mamá la abrazó cariñosamente y le dijo:- Tranquila Mia, entiendo cómo te sientes. Pero debes recordar que no todos los animales son malos.

Algunos son muy amigables y cariñosos. Mia asintió con la cabeza pero seguía sintiendo ese nudo en el estómago cada vez que veía algún animal cerca. Esa misma tarde, mientras caminaban de regreso a casa, escucharon un maullido proveniente de unos arbustos cercanos.

Mia se detuvo en seco y miró asustada hacia el lugar del sonido. - ¿Qué fue eso? -preguntó temerosa.

Su mamá se acercó lentamente a los arbustos y descubrió que dentro había un gatito blanco con manchas grises que parecía haberse perdido. - Mira Mia, es solo un gatito indefenso que necesita nuestra ayuda -dijo su mamá con ternura. Mia sintió compasión por el pequeño gatito y decidió acercarse lentamente.

El gatito la miró con sus grandes ojos verdes y comenzó a ronronear suavemente. Sorprendida por la reacción del animalito, Mia extendió cuidadosamente su mano para acariciarlo. El peludito felino se restregó contra su mano y ella pudo sentir lo suave que era su pelaje.

Una sensación cálida invadió el corazón de Mia en ese momento. Se dio cuenta de que no todos los animales eran espantosos como ella pensaba.

Desde ese día, Mia empezó a interesarse más por los animales e incluso visitaba regularmente al gatito al cual llamaron —"Pelusa" . Descubrió lo divertido que podía ser jugar con él y lo reconfortante que era tenerlo cerca cuando se sentía triste o asustada.

Con el tiempo, Mia dejó atrás sus miedos gracias a la valentía que encontró dentro de sí misma al darle una oportunidad a Pelusa y descubrir lo maravillosa que puede ser la amistad entre humanos y animales.

Y así fue como aprendió una importante lección: nunca juzgar algo sin antes conocerlo realmente. Fin

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