Una amistad inesperada



Doña Rosa, quien vivía al otro lado del bosque. Rosita se puso contenta de poder ayudar a su abuelita y partió rumbo a la casa de Doña Rosa con una gran sonrisa en el rostro.

Caminando por el sendero entre los árboles, Rosita escuchó un ruido extraño detrás de ella. Se dio vuelta y vio a Don Lobo, un vecino algo gruñón que siempre andaba solo por el bosque.

"¡Hola, Caperucita! ¿A dónde vas tan apurada?" -preguntó Don Lobo con una sonrisa falsa en el rostro. "Voy a llevarle comida y medicinas a mi abuela que está enferma. ¿Y usted, Don Lobo? ¿Por qué anda por aquí?" -respondió Rosita con cautela.

"Oh, yo también voy en esa dirección. Podríamos ir juntos si quieres" -dijo Don Lobo tratando de sonar amigable.

Rosita sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar la propuesta de Don Lobo, pero recordó las enseñanzas de su mamá sobre ser amable con todos, así que aceptó la compañía del lobo. Sin embargo, decidió ser precavida y no revelarle cuál era el destino real de su viaje.

Mientras caminaban juntos por el bosque, Rosita notó que Don Lobo desviaba constantemente la mirada hacia la cesta que llevaba consigo. Entonces decidió inventar una excusa para separarse momentáneamente de él. "Don Lobo, veo unas flores hermosas más adelante. Me gustaría reagarrar algunas para decorar la casa de mi abuela.

¿Me esperaría un momento?" -dijo Rosita con astucia. Don Lobo asintió distraídamente y se sentó bajo un árbol mientras Rosita continuaba sola su camino hacia la casa de Doña Rosa.

Una vez allí entregó los alimentos y medicinas agradeciendo a la mujer por sus consejos sobre cómo cuidar mejor a su abuela enferma. De regreso a casa, Rosita se encontró nuevamente con Don Lobo en el camino.

Esta vez le contó toda la verdad sobre su misión y cómo había logrado sortear los posibles peligros gracias a su ingenio y prudencia. Don Lobo quedó impresionado por la valentía y astucia de Rosita y prometió ser más amable con sus vecinos en adelante.

Desde ese día, Rosita aprendió que no siempre es bueno confiar ciegamente en extraños pero también comprendió que cada persona merece una oportunidad para demostrar lo mejor de sí misma.

Y así Caperucita Roja volvió a casa feliz sabiendo que había cumplido su misión ayudando a su abuelita y además había ganado un nuevo amigo en el camino.

FIN.

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