Una Amistad Inesperada


Había una vez en una ciudad muy grande y bulliciosa, un perro llamado Rufus y una liebre llamada Lola. Rufus era un perro callejero que vivía en las calles de la ciudad, siempre buscando comida entre la basura.

Por otro lado, Lola era una liebre ágil y curiosa que había llegado a la ciudad desde el campo en busca de aventuras.

Un día, mientras Lola saltaba por los parques de la ciudad, se encontró con Rufus hurgando en un contenedor de basura. Al verlo tan flaco y triste, decidió acercarse a él para hacerle compañía. "Hola, ¿cómo estás?" -dijo Lola con ternura.

Rufus levantó la mirada sorprendido al escuchar a alguien dirigirse a él de manera amable. Había pasado tanto tiempo desde que alguien se preocupaba por él que no sabía cómo reaccionar. "Hola... estoy bien, supongo" -respondió Rufus tímidamente.

Lola notó la tristeza en los ojos de Rufus y decidió hacer algo al respecto. Le propuso a Rufus ir juntos en busca de comida por la ciudad para compartir lo que encontraran. "¡Claro! Será genial tener compañía para buscar comida" -dijo Rufus emocionado.

Así comenzó una inesperada amistad entre el perro callejero y la liebre aventurera. Juntos recorrían las calles de la ciudad en busca de alimentos, compartiendo cada hallazgo y disfrutando mutuamente de su compañía. Un día, mientras exploraban un parque cercano, vieron a un grupo de niños jugando felices.

Rufus sintió nostalgia al recordar sus días como mascota antes de terminar abandonado en las calles. Por otro lado, Lola sintió empatía por su amigo canino y decidió animarlo con una idea brillante.

"Rufus, ¿qué te parece si nos acercamos a esos niños? Tal vez podamos jugar con ellos también" -propuso Lola entusiasta. Rufus dudaba al principio pero viendo la ilusión en los ojos brillantes de Lola aceptó intentarlo.

Se acercaron lentamente al grupo de niños quienes los recibieron con alegría y cariño. Los niños jugaron con ellos durante horas, haciendo que tanto Rufas como Lola se sintieran queridos y especiales nuevamente.

A partir de ese día, Rufus ya no se sentía solo ni triste gracias a su amistad con Lola y el cariño incondicional de los niños del parque. Juntos aprendieron que la verdadera felicidad estaba en compartir momentos especiales con aquellos que te aprecian tal como eres.

Y así fue como el perro callejero y la liebre aventurera encontraron amor y amistad en medio del bullicio caótico de la gran ciudad.

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