Una Amistad Inesperada
En un pequeño colegio de Buenos Aires, Jorge, un niño alto y fuerte, era conocido por su carácter dominante. Sus compañeros siempre lo temían; él se burlaba de ellos, especialmente de los más débiles. A pesar de que algunos de sus amigos disfrutaban de sus travesuras, muchos lloraban en silencio al final del día.
Un día soleado, mientras Jorge se preparaba para hacer su habitual ronda de bromas pesadas, llegó Sofía, una niña pequeña con rizos dorados y una sonrisa que iluminaba el día. Sofía tenía una energía especial, y aunque su estatura era baja, su corazón era enorme.
Jorge se acercó a un grupo de niños que estaban jugando al fútbol.
"¿Qué hacen jugando como si fueran profesionales? ¡Ni el tiro más débil les saldría bien!" - se burló Jorge, cruzando los brazos con una sonrisa arrogante.
Los niños bajaron la mirada, pero Sofía no se dejó intimidar. Se acercó a ellos y dijo:
"Es solo un juego. Lo importante es divertirse. ¿Les gustaría que jugue con ustedes?"
Los niños, sorprendidos por su valentía, asintieron con la cabeza. Jorge, sin embargo, solo rodó los ojos.
"¿Vas a hacerlo mejor que nosotros, enana?" - le dijo burlonamente.
Sofía miró a Jorge directamente a los ojos.
"No tengo que ser más alta o más fuerte para jugar. Solo quiero divertirme con mis amigos. ¿Te animás a darle una oportunidad al juego?"
Jorge se quedó en silencio, atónito por la respuesta. Nunca había escuchado a alguien confrontarlo de esa manera. Decidió ignorarla y se unió a la partida. Al principio, se sintió poderoso mientras se burlaba de Sofía y de los otros, pero a medida que el juego avanzaba, se sintió frustrado. No podía entender por qué nadie le hacía caso a sus comentarios.
Unos días después, Jorge estaba al borde de un colapso cuando Sofía pasó junto a él en el patio.
"Hola, Jorge. ¿Jugamos a lo que más te gusta?" - preguntó Sofía con una sonrisa.
"¿Qué? ¿Sufrir?" - replicó Jorge, sintiéndose siempre el fuerte.
"No, sólo quiero jugar a que puedo ser tu amiga y que tal vez entiendas que no hace falta hacer sentir mal a otros para ser escuchado" - dijo Sofía, con la mirada clara y firme.
Jorge se sintió incómodo por primera vez.
Días pasaron y Sofía, con su empeño y su alegría, seguía intentando acercarse a Jorge. Ella lo invitó a hacer actividades juntos, como pintar y jugar al ajedrez.
"No siempre hay que estar luchando, Jorge. A veces, es mejor colaborar. ¿Por qué no intentas?" - le sugería Sofía.
Un día mientras pintaban, Jorge, aburrido, le preguntó.
"¿Por qué no te cansas de siempre querer hacer que todos se lleven bien?"
Sofía sonrió y contestó.
"Porque creo que la alegría se multiplica cuando la compartimos. Y la amistad lo hace todo más lindo".
Jorge, tocado por sus palabras, decidió hacer un experimento. En lugar de seguir burlándose de los demás, empezó a ayudar en el juego.
"¿Te puedo pasar la pelota?" - preguntó a un compañero que normalmente también había hecho blanco de sus burlas.
El chico lo miró sorprendido, pero aceptó tímidamente.
Y así, poco a poco, Jorge se dio cuenta de que era mucho más divertido jugar y hacer amigos que ser el chico malo. Se volvió un colega apreciado entre sus compañeros.
Finalmente, un día, mientras jugaban en el patio, Jorge miró a Sofía y le dijo:
"Gracias, Sofía. Aprendí que el respeto y la amistad se construyen con actos, no palabras. Vos me enseñaste a ser mejor amigo".
Sofía sonrió, iluminando todo a su alrededor, y respondió:
"Y yo aprendí que incluso los corazones más duros pueden cambiar. Estoy orgullosa de vos, Jorge".
Desde ese día, Jorge y Sofía se volvieron los mejores amigos, demostrando a todos que incluso las amistades más inesperadas pueden cambiar el corazón de las personas. Así, juntos crearon un ambiente en el colegio donde el respeto y la felicidad predominaban por encima de todo, y así todos aprendieron la importancia de cuidar a los demás.
Y colorín colorado, esta historia se ha acabado.
FIN.