Una Amistad Inesperada



En un granero viejo y polvoriento, vivían dos inquilinos muy diferentes: Silvestre, un gato ágil y astuto, y Rolo, un ratón pequeño y rápido. Cada noche, mientras la luna iluminaba el granero, Silvestre se preparaba para la cacería.

"Prir, prrr, prir...", susurraba Silvestre al caminar con sigilo, buscando a su eterna presa.

Por otro lado, Rolo sabía que cada paso de Silvestre podía ser el último de su libertad.

"¡Chirp, chirp!", gritaba Rolo mientras corría entre los costales de maíz, intentando escapar del gato.

Ambos eran muy buenos en lo que hacían: Silvestre cazando y Rolo escapando. Sin embargo, había algo más grande en juego. Silvestre se sentía solo, y aunque disfrutaba de la emoción de la caza, extrañaba tener un verdadero amigo.

Una noche, mientras Rolo corría esquivando sombras, tropezó y cayó. Silvestre lo vio desde un rincón oscuro. En lugar de apresurarse a atraparlo, se acercó lentamente.

"¡Rolo!", dijo Silvestre sorprendido, "¿estás bien?"

Rolo lo miró con gran miedo y duda.

"¿Qué? ¿Vas a atraparme o estás tratando de hacerme una broma?"

"No, no es eso", respondió Silvestre, parando a un paso de Rolo. "Solo quiero saber cómo estás. No quiero hacerte daño. Creo que es hora de que hablemos, ya que estamos siempre en esta misma situación cada noche."

Rolo, desconfiado, se limpió el polvo de su pelaje.

"¿Hablar? Pero si siempre me persigues, Silvestre. ¿Por qué querrías hablar conmigo?"

Silvestre pestañeó y vio la confusión en los ojos de Rolo.

"Porque... creo que estoy cansado de ser solo un gato con hambre. Y tú, ¿no estás cansado de correr por tu vida?"

El ratón se quedó en silencio, reflexionando sobre las palabras del gato.

"Tal vez...quizás haya otra manera de coexistir, pero yo no sé..."

Silvestre, sintiendo que había encontrado un atisbo de esperanza, respondió:

"Podemos ser amigos. Yo no te perseguiré más y tú, a cambio, me contarás historias. He escuchado que los ratones son grandes narradores. Puedes enseñarme todo lo que sabes sobre el granero y sus secretos."

Rolo lo miró atentamente, y una chispa de curiosidad empezó a encenderse en su corazón.

"Está bien, Silvestre, pero a una condición. Si alguna vez te vuelves a sentir con ganas de cazarme, tendrás que escucharme primero y dejarme contar mi historia. Esa será nuestra regla."

"¡Trato hecho!", exclamó Silvestre, emocionado.

Desde esa noche, la caza se convirtió en algo del pasado. Rolo comenzó a narrarle historias sobre aventuras en el campo, sobre cómo los otros ratones se alimentaban y cómo se escondían de los peligros. Silvestre, intrigado, escuchaba atentamente, disfrutando de cada relato.

Unas semanas después, el granero se llenó de risas y cuentos, y hasta otras criaturas del lugar se unieron a ellos. Hasta el gran búho y la anciana gallina venían a escuchar las historias.

Con el tiempo, Silvestre y Rolo se convirtieron en grandes amigos, demostrando que la amistad puede surgir de las circunstancias más inesperadas. Aprendieron a respetarse y a disfrutar de la compañía del otro, y así, el granero dejó de ser un lugar de caza y peligro, convirtiéndose en un hogar lleno de amor y risas.

FIN.

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