Una amistad inesperada
En la selva, durante la mañana, un tigre fuerte y temido buscaba algo para comer. Estaba siguiendo un rastro de olor atractivo, pero aún no había encontrado su desayuno. Mientras tanto, una ardilla ágil saltaba entre los árboles, buscando nueces. De repente, la ardilla vio al tigre acercándose.
- ¡Cuidado! - gritó la ardilla, escondiéndose detrás de un tronco.
- No tengas miedo, pequeña - respondió el tigre, con un tono amable. - No estoy aquí para comer ardillas.
La ardilla, sorprendida por la voz del tigre, decidió asomarse.
- ¿De verdad? Siempre pensé que los tigres eran feroces - dijo la ardilla, dudosa.
El tigre sonrió. - Si me dejaras contarte, te diría que solo busco alimento. A veces, me siento solo.
La ardilla, al escuchar esto, se sintió intrigada. Si el tigre estuviera dispuesto a ser amigo, tal vez podría ayudarle a encontrar algo para comer.
- ¿Te gustaría venir conmigo a buscar nueces? - preguntó la ardilla emocionada. - ¡Podrías ayudarme a recolectar!
- ¿Crees que yo podría comer nueces? - dijo el tigre, pensando en probar algo nuevo.
A lo largo del día, mientras buscaban, la ardilla le enseñó al tigre cómo escalar árboles. Juntos encontraron muchas nueces, disfrutando de la tarea. La ardilla nunca había imaginado que un tigre podría convertirse en su amigo, mientras que el tigre comenzó a apreciar la gentileza de la ardilla.
- Quizás si tuviéramos más tiempo juntos, podríamos ser los mejores amigos - sugirió el tigre.
- Claro, pero primero deberías probar una nuez - respondió la ardilla, riendo.
Aunque el tigre nunca había comido una nuez, decidió intentarlo.
- ¡Es deliciosa! - exclamó, sorprendido por su nuevo descubrimiento.
Pasaron los días, y la amistad entre la ardilla y el tigre creció. Sin embargo, una tarde, el tigre se alejó demasiado de su hogar perdió su camino. Se sintió muy asustado y dudó si podría regresar.
- ¡Ayuda! - gritó el tigre. - ¡No sé cómo volver!
La ardilla, escuchando el llamado, corrió rápidamente hacia el tigre.
- ¡Sigue mi voz! - gritó, mientras guiaba al tigre con saltos rápidos entre los árboles.
Cuando finalmente llegaron a un lugar familiar, el tigre respiró aliviado. - No sé qué haría sin ti. Eres una gran amiga.
La ardilla sonrió y respondió: - Y tú también eres un amigo especial.
Desde ese día, el tigre aprendió a no temer a lo desconocido y la ardilla a no subestimar a aquellos que parecen diferentes. Juntos enseñaron a los demás animales que la amistad puede surgir en los lugares más inesperados.
- Siempre recuerda, tigre - dijo la ardilla mientras se acurrucaban en su nuevo hogar - los verdaderos amigos están, no importa lo que pase.
Así, el tigre y la ardilla se convirtieron en un gran equipo, explorando la selva, descubriendo nueces y compartiendo muchas aventuras. Si los demás animales se dieran cuenta de que podían ser amigos, también podrían encontrar alegría en la diversidad.
FIN.