Una amistad inesperada


Había una vez un león llamado Leopoldo que vivía en la selva. Leopoldo era un león muy amigable y siempre estaba rodeado de sus mejores amigos: el mono Marcelo, la jirafa Julieta y el elefante Ernesto.

Juntos, pasaban días llenos de risas y aventuras. Un día, Leopoldo se despertó con mucha tristeza porque sus amigos habían salido de excursión sin él. Se sentía solo y no sabía qué hacer para pasar el día.

Decidió dar un largo paseo por la selva en busca de alguna distracción. Mientras caminaba por el camino del bosque, Leopoldo escuchó un ruido extraño a lo lejos.

Se acercó sigilosamente hacia donde provenía el sonido y descubrió que era un robot perdido entre los árboles. - ¡Hola! ¿Estás perdido? -preguntó Leopoldo al robot con curiosidad. - Sí, me he desviado de mi camino programado y ahora no sé cómo volver -respondió el robot tristemente-.

Necesito encontrar a mis creadores para que me ayuden. Leopoldo sintió empatía por aquel robot perdido y decidió ayudarlo a encontrar a sus creadores. Juntos emprendieron una búsqueda emocionante por la selva en busca del camino correcto.

Caminaron durante horas, atravesando ríos, saltando ramas caídas y sorteando obstáculos hasta que finalmente encontraron a los amigos de Leopoldo disfrutando de su merienda en medio del bosque. - ¡Amigos! ¡He encontrado a alguien muy especial! -gritó Leopoldo emocionado.

Marcelo, Julieta y Ernesto se sorprendieron al ver al león acompañado por un robot. Pero enseguida comprendieron que aquel extraño encuentro tenía un propósito. - ¡Hola a todos! Soy el robot R. O. B. I.,

me he perdido y Leopoldo me ha ayudado a encontrarlos -explicó el robot con una voz mecánica pero amigable. Los amigos de Leopoldo recibieron al robot con alegría y curiosidad. Todos juntos compartieron la merienda que habían preparado y se pusieron a pensar cómo ayudar a R. O. B. I.

a regresar con sus creadores. Después de mucho pensar, recordaron que cerca del río había una señal que indicaba el camino hacia la ciudad donde vivían los científicos que crearon a R. O. B. I.

Sin perder tiempo, decidieron ir hacia allí para buscar ayuda. Caminaron hasta llegar a la ciudad, donde encontraron una fábrica llena de robots similares a R. O. B. I.

Los científicos estaban sorprendidos de ver a su creación junto a un león y sus amigos animales. - ¡R. O. B. I. ! ¡Te hemos estado buscando por todas partes! -exclamó uno de los científicos-. Gracias por haberlo traído aquí, Leopoldo. El león sonrió orgulloso mientras los científicos reparaban algunos circuitos dañados del robot.

Pronto, R. O. B. I. estaba como nuevo y listo para volver al trabajo junto a sus creadores. Para celebrar el reencuentro exitoso, los amigos decidieron ir todos juntos al parque cercano, donde había un enorme castillo hinchable.

Se divirtieron saltando y riendo sin parar, agradecidos por haber vivido una gran aventura juntos. Desde aquel día, Leopoldo y R. O. B. I. se convirtieron en grandes amigos.

Aprendieron que la amistad puede surgir de los encuentros más inesperados y que siempre hay una manera de ayudar a los demás cuando están perdidos o tristes.

Y así, Leopoldo y sus amigos continuaron disfrutando de nuevas aventuras en la selva, sabiendo que siempre podrían contar el uno con el otro.

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