Una Amistad Inesperada



Había una vez en la selva, un tigre llamado Tino. Tino era fuerte, veloz y tenía un pelaje anaranjado brillante con rayas negras. Pero, a pesar de ser un cazador formidable, había algo que a menudo lo preocupaba: su hambre.

Un día, mientras paseaba por la orilla de un río, reconoció una pequeña tortuga llamada Tina. Ella era muy lenta y siempre sólo se movía con cuidado. Tino la miró con ojos hambrientos, pero se detuvo.

"¿Qué te pasa, Tino? Te veo pensativo", preguntó Tina tímidamente, mientras se asomaba de su caparazón.

"Tengo mucha hambre, pero no puedo comerme a una tortuga como vos cuando sé que sos tan indefensa", respondió el tigre con un suspiro.

Tina sonrió con tristeza y dijo:

"¡Oh Tino! No te preocupes por mí. Hay muchas otras cosas que podrías comer. Tal vez deberías ir a cazar un venado o algo así."

"Pero yo no quiero hacerte daño. No puedo, porque me da pena pensar en lastimarte", dijo Tino, frotándose la cabeza contra un árbol.

Sorprendentemente, Tina tuvo una idea brillante.

"¿Y si te ayudo a encontrar algo más para comer? Tal vez haya frutas deliciosas cerca de aquí. Yo soy más lenta, pero puedo mostrarte algunas."

Tino, con su hambre aún presente, estaba algo escéptico.

"¿Frutas? ¿Para un tigre como yo?" preguntó, frunciendo el ceño.

"Sí, sé que podríamos encontrarlas si buscamos juntos. Además, podrías descubrir que tienen un sabor único. ¡Vamos!"

Y así, Tino, aunque dudoso, decidió acompañar a Tina. Caminando por la selva, ambos pasaron por flores vibrantes y árboles frutales. Aprendieron a observar a su alrededor, y así, encontraron un árbol repleto de frutas coloridas.

"Mirá esas mangos, ¡son enormes!", exclamó Tina.

"¡Son bellísimos!", dijo Tino, mientras empezaba a probarlas. Al principio era reacio, pero se dio cuenta de que las frutas eran deliciosas.

"Nunca pensé que podría disfrutar tanto esto. ¡Es refrescante!", dijo entre bocados.

Los dos amigos siguieron buscando más frutas durante el día, compartiendo risas y disfrutando de la compañía del otro. Pero al caer el sol, Tino sintió una ligera ansiedad.

"¿Cómo voy a volver a casa sin haber cazado algo?", preguntó Tino.

"Tino, has aprendido algo hoy. La naturaleza te ofrece otras maneras de alimentarte sin lastimar a otros. Puedes volver más seguido a buscar frutas", respondió Tina.

Esa noche, Tino se quedó pensando en las palabras de su amiga. Al día siguiente, decidió volver al árbol con las frutas y, con la ayuda de Tina, encontró otros árboles llenos de opciones.

El hambre de Tino empezó a calmarse con las frutas frescas, y poco a poco, su relación con Tina floreció. Los dos se volvieron inseparables. Tino aprendió a no juzgar a los demás por su apariencia, y Tina descubrió que era capaz de ayudar a sus amigos de maneras inesperadas.

En lugar de un depredador y su presa, se habían convertido en aliados. Y, lo más importante, Tino comprendió que había más satisfacciones que sólo saciar su hambre.

A partir de entonces, Tino nunca volvió a pensar en cazar a Tina ni a ningún otro animal pequeño. En cambio, se convirtió en un defensor de la selva, cuidando a sus amigos y ayudando a aquellos que, como Tina, podían necesitar una mano amiga.

Y así, en la selva, un tigre y una tortuga demostraron que, con amor y respeto, se pueden encontrar soluciones a todos los problemas, y que la amistad es el más grande de los tesoros.

FIN.

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