Una Amistad Inesperada



Era un hermoso día en el bosque y Caperucita Roja se preparaba para visitar a su abuela, que vivía al otro lado del arroyo. Su madre le había dicho que no hablara con extraños y que no se apartara del camino.

Antes de salir, le dijo:

"Mirá, Caperucita, no te olvides de llevar la canasta con las galletas y la mermelada. Tu abuela las amas, y ella estará muy feliz de verte."

"Sí, mamá, lo prometo. No me apartaré del camino."

Mientas caminaba, Caperucita iba disfrutando de la belleza del bosque. Los árboles estaban llenos de hojas verdes y las flores eran de colores vibrantes. Sin embargo, no tardó en encontrarse con un personaje muy especial.

"¡Hola, pequeña!" dijo el Lobo con una sonrisa. "¿Adónde vas tan apurada?"

Caperucita, recordando las advertencias de su madre, se mostró cautelosa.

"Voy a visitar a mi abuela. Ella vive al otro lado del arroyo."

"¿Por qué no tomas ese camino?" preguntó el Lobo señalando un sendero diferente. "Es más bonito y tendrá muchas flores."

A pesar de las palabras armoniosas del Lobo, Caperucita dudó. Sabía que debía permanecer en el camino seguro. Justo cuando pensaba en seguir su ruta, el Lobo dijo:

"Si quieres, puedo mostrarte un atajo que te llevará más rápido, y así podrás sorprender a tu abuela."

Caperucita reflexionó, recordando que no debía confiar en extraños. Pero era muy curiosa y pensó que podría haber algo divertido en el camino. Así que finalmente decidió:

"Está bien, pero solo si es seguro."

El Lobo condujo a Caperucita por senderos rodeados de árboles maravillosamente floridos y el aire se llenó de los aromas de la primavera. Pero, de repente, llegaron a una parte del bosque que parecía oscura y fría.

"Es por aquí, solo un momento más y llegaremos. ¡Confía en mí!" dijo el Lobo.

Caperucita sintió un escalofrío y, al mirarlo de cerca, notó que podía ver algo de tristeza en sus ojos.

"Espera un momento..." dijo Caperucita. "¿Por qué quieres ayudarme?"

"La verdad es que me siento solo. Siempre que trato de hacer amigos, todos me tienen miedo por ser un lobo. Solo quería mostrarte lo bonito de este lado del bosque."

Caperucita se detuvo a pensar. Decidió que no podía juzgar a alguien solo por su apariencia. Después de todo, el Lobo no parecía malvado, sino más bien triste.

"Por cierto, ¿te gustaría venir conmigo a visitar a mi abuela? Estoy segura de que ella también te gustaría en lugar de mirar con miedo."

"¿De verdad?", preguntó el Lobo con ojos brillantes.

"Sí, claro. A todos nos gustaría tener un amigo. Y creo que tú también lo mereces."

El Lobo sonrió, y juntos continuaron el camino hacia la casa de la abuela. Al llegar, Caperucita golpeó la puerta.

"¡Abuela, soy yo, Caperucita!" dijo ella emocionada.

La abuela abrió la puerta y se sorprendió al ver al Lobo.

"¿Quién es este pequeño amigo?" preguntó con curiosidad.

"Es el Lobo, abuela. Me ayudó a encontrar un nuevo camino. Vamos a compartir las galletas juntos."

"Eso suena maravilloso. Pasemos un buen rato todos juntos."

Desde ese día, Caperucita, el Lobo y la abuela se hicieron grandes amigos. Aprendieron que a veces la apariencia no refleja la verdadera naturaleza de alguien. Y que la amabilidad y la amistad pueden surgir en los lugares más inesperados.

Y así, la pequeña Caperucita Roja y el lobo vivieron muchas aventuras en el bosque, ayudando a otros y mostrándoles que no hay que juzgar sin conocer. Y todos, desde entonces, no solo conocían a Caperucita, sino que también al amable Lobo que había encontrado un lugar en su corazón.

FIN.

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